Lic. Douglas Abadía Cárdenas
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En la actualidad es común afirmar que los partidos políticos son vitales para el funcionamiento de la democracia representativa; la mayor parte de las definiciones de democracia expresan que este es un sistema basado en partidos que compiten por alcanzar y ejercer el poder político, mediante su participación en elecciones universales.
En las elecciones generales los ciudadanos delegan su representación en quienes eligen, por el voto mayoritario, para que ejerzan las principales funciones de dirección del Estado –ya sea en el gobierno central, en el Congreso de la República o en el gobierno municipal– durante un período de tiempo previamente establecido en la ley Constitucional.
Cabe mencionar que la sociedad guatemalteca emprendió a mediados de la década de los 80 la transición del autoritarismo a la democracia, se consideró que los partidos políticos, algunos ya vigentes en el período autoritario y otros de reciente fundación contribuirían de manera determinante a asegurar tal transición. Sin embargo, a pesar de haberse efectuado 15 procesos electorales de diversa índole entre 1984 y 2015, y que a lo largo de los años han transitado por el escenario político aproximadamente 60 partidos, aquellas expectativas no han sido satisfechas.
Por el contrario, existe una generalizada percepción en cuanto a que el sistema de partidos políticos sufre una severa crisis, la que se ha ido agravando conforme pasa el tiempo, poniendo en riesgo la sostenibilidad del proceso de democratización del Estado y de la sociedad guatemaltecos en el mediano y largo plazo.
Los partidos políticos se encuentran en una fase crítica de su devenir histórico. Tanto dirigentes como dirigidos están inconformes con el funcionamiento de los partidos políticos y con los resultados de su desempeño.
En Guatemala, amplios sectores de la población han sido históricamente excluidos en los procesos políticos de toma de decisiones, particularmente las mujeres, los indígenas y los jóvenes. En otras palabras, aunque la legislación promulga la igualdad de todos ante la ley, no todos disfrutan en términos reales del ejercicio pleno de la ciudadanía.
Para la Ciencia Política es de sumo interés el estudio del fenómeno de los partidos políticos tomando en cuenta dos procesos importantes como lo son: el retorno de la democracia y la firma de los Acuerdos de Paz, procesos que generaron cambios en cuanto al acceso al poder público.
En resumen, las funciones de los partidos políticos son: Ser el canal de comunicación entre el pueblo y el gobierno, dar al pueblo una participación en la vida democrática, expresar el pluralismo político, lo cual garantiza que una democracia funcione; dar la opción a cualquier ciudadano a ser elegible y elegir a sus candidatos, en esta función reside su legitimidad.
Un partido político, por consiguiente es una entidad de derecho público dentro de la institucionalidad del Estado, cuyo objetivo es la representación de segmentos determinados del conglomerado social –clase o grupos afines– cuyos objetivos se dirigen a la búsqueda, ejercicio y el control del poder con el fin de concretar una ideología que encarna los intereses de esos grupos o clases.
En la práctica, los partidos políticos se denominan, en su mayoría, democráticos, y todos acreditan la construcción y participación dentro de un régimen democrático. Sin embargo, sus estructuras no reflejan prácticas democráticas a lo interno del partido, por el contrario, la organización formal parece reflejar los valores sobre los que opera la política actualmente, ligados al autoritarismo, paternalismo y centralismo.