Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

¿Se imagina morir en un camión (que iba hacinado) junto con otras 22 personas por estar buscando las oportunidades de romper el círculo generacional de la pobreza que su país no facilita? ¿Se imagina qué sentirán los familiares y amigos de los 23 migrantes que se despidieron con incertidumbre y tristeza pero aferrados a la esperanza de que la llegada de su familiar a Estados Unidos les iba a ayudar a pensar en una vida diferente?

Mucha gente no se ha detenido un segundo a dimensionar lo que significa la muerte de 23 guatemaltecos que no se dieron por vencidos e iban en busca de un futuro mejor, a pesar de que al hacerlo coqueteaban, literalmente, con la muerte tal y como lo han hecho al menos dos millones de chapines en los últimos años.

En el último tiempo he intentado hacer lo que está a mi alcance por trabajar sobre lo que nos une más que lo que nos divide porque estoy convencido que será la suma de todos los esfuerzos lo que cambie el rumbo de Guatemala, pero me he topado con la desagradable realidad que muchos, por estar pensando cómo se salvan de sus hechos del pasado, han dejado por un lado los esfuerzos de construir para centrarse en destruir como mecanismo de defensa e impunidad.

Nuestro país ya acumula años de rezagos (ya hoy hemos empeñado el futuro de varias generaciones) y seguimos sumando. Somos incapaces de alcanzar acuerdos para invertir en los centros primarios de salud (personal, equipo, medicamentos y tecnología) y seguimos sin estructurar una nueva mejor red hospitalaria nacional.

Joviel Acevedo y las autoridades de cada turno han empeñado la educación de los niños de este país al asegurarse mejoras que devienen de acuerdos meramente políticos sin que exista la obligación de amarrar alguna parte de los ingresos de los maestros a los resultados de los estudiantes, para asegurar que el maestro sea ese jefe del rebaño que se asegura que nadie se quede atrás.

No invertimos en mejorar nuestra red vial y construir nuevas carreteras, porque la prioridad es hacer negocio con esos dineros y no pensar en un país que de verdad compita en el siglo XXI. Al no hacerlo, tiramos a la borda cientos de miles de puestos de trabajo que pudieran detener la migración que suma y sigue.

No hemos desarrollado un nuevo sistema de compras en el que agilidad y la transparencia vayan de la mano para que los dineros atiendan las necesidades de todos, en especial, los menos privilegiados. Tampoco le hemos puesto coco a reformar el sistema de rendición de cuentas porque es más rentable tener un Contralor que responde a los gritos de los diputados para usar a la institución como un mero impedimento electoral.

Algunos se quejan de la prisión preventiva que afecta a sus pares, pero nada dicen del deterioro que todos hemos permitido del Sistema de Justicia y que se consintió porque muchos pensaron que era mejor tener un sistema en el que se pudiera meter las manos “en caso fuera necesario”.

Para seguir usando el Estado como el botín del pago político de las campañas hemos creado una ineficiencia que alimenta el discurso de que como el Gobierno no puede hacer mucho de manera correcta, es mejor que no haga nada, cuando en realidad necesitamos un gobierno que sea eficiente y que funcione en favor de la gente y no opere en su contra.

Si en todo o la mayoría de lo anterior nos hubiéramos puesto de acuerdo, sin duda alguna que podríamos estar viendo una dramática reducción en los números de quienes juegan ruleta rusa con la migración.

Ojalá las muertes de esos 23 compatriotas nos resuene en la conciencia, como nos deben resonar las vidas de los niños que su desnutrición los condenó para siempre y dejemos, de una vez por todas, los esfuerzos pro impunidad para diseñar una Guatemala más justa y sostenible, así como menos impune.

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