Sandra Xinico Batz
sxinicobatz@gmail.com
Aún no es suficiente hermanas, necesitamos seguir luchando, porque mientras no seamos visibles en la historia, mientras no nos veamos en los textos, en los libros, en las narraciones, las que vienen y las que están creciendo tampoco se reflejarán, nos seguiremos sintiendo ausentes, seguirán mostrándonos los otros como pasivas, con miedo, incapaces de sublevarse, de rebelarnos. No estaremos y no existiremos. La memoria es importante, pero ya no es suficiente.
Hace falta mucho, hermanas, porque mientras las mujeres como nosotras sigamos siendo las sirvientas, las tortilleras, las vendedoras ambulantes y esto se vea socialmente como “normal”, como una opción, como oportunidades para las que son como nosotras; seguiremos siendo determinadas por el racismo, el clasismo y el patriarcado que están acostumbrados a vernos y hablarnos desde arriba, a darnos órdenes esperando a que con la cabeza agachada y sin levantar la voz obedezcamos al patrón.
Hermanas de todos los pueblos y culturas, debemos seguir luchando con todas nuestras fuerzas, conscientes de que entre mujeres no somos todas iguales y que entre nosotras también hay relaciones de poder en desigualdad, que el patriarcado es un sistema de opresión que se alimenta del racismo y viceversa, haciendo que las mujeres de pueblos originarios tengamos que ser las que limpien sus casas y sirvan la comida en sus mesas; mientras unas salen y se liberan otras se quedan “manteniendo” ese hogar porque desafortunadamente el cuidado de la vida y los trabajos de cuidado siguen siendo responsabilidad de las mujeres. Las mujeres nativas trabajan en casa y salen para trabajar en las casas de otras.
Aún no es suficiente hermanas, porque nos siguen quemando, violando, acosando, vendiéndonos, decidiendo sobre nuestros cuerpos. Para las mujeres pobres e indias no hay justicia porque el mismo Estado seguirá exterminándolas para que dejen de ser un estorbo, para que no se conviertan en un verdadero problema, total, “lo van a olvidar”, así han de pensar los de arriba, los que mandan a prendernos fuego, los que pagan por tener sexo con niñas y niños, los que dicen que tienen el dinero y poder suficientes para comprar a cualquier mujer.
No necesitamos que se remontice nuestra exclusión ni que se enaltezca nuestro empobrecimiento. Nacer mujer en un país que odia a las mujeres implica toda una vida de lucha y esto no se trata de que “mujer bonita es la que lucha” porque se trata de sobrevivencia. Esta es la realidad de miles de mujeres que deberán esforzarse más que otros no sólo para ser exitosas sino para vivir y no morir en el intento. Vivir con dignidad parece aún bastante lejos.
Estamos acá por la fuerza de quienes nos antecedieron, por sus persistencias, por ser necias, obstinadas, engazadas. Porque los que no tuvieron miedo, por las que motivaron a otras a no tenerlo y perderlo. Por las que creyeron que juntas podemos derribar muros. Por las que nos tomaron de la mano y nos amamantaron de historia. Por las que se resistieron a morir en vida.