Félix Loarca Guzmán
El pasado lunes en un programa transmitido a través de la Radio Punto de la capital de Guatemala, numerosos ciudadanos externaron sus puntos de vista sobre lo que piensan en torno a las próximas elecciones generales, previstas para el 16 de junio.
Una mayoría significativa expresó su desencanto y frustración con los resultados de los procesos electorales de los últimos tiempos, dadas las falsas promesas de los políticos y la forma burda como han llegado a los puestos públicos, no a trabajar en favor del pueblo, sino de sus propios intereses mediante actos al margen de la ley.
Si algo hay que reconocer del trabajo realizado en Guatemala por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), durante la gestión del jurista colombiano, Iván Velásquez, es que puso al descubierto la forma perversa en que históricamente, grandes empresarios han sido y son el poder tras el trono de los partidos, designando a su antojo mediante cuantiosas cuotas de financiamiento ilícito, a los candidatos destinados a la defensa de sus intereses.
Actualmente son varios los casos de partidos políticos, que están en el ojo del huracán por haber incurrido en el delito de financiamiento electoral anómalo.
Los oyentes hicieron referencia a los numerosos casos de corrupción, en los cuales resultaron involucrados “honorables” miembros de la clase política. La situación en la actualidad no es mejor que la de antes, pues todavía hay secuelas de toda esa podredumbre, la cual se refleja en la deficiente actuación de muchos de los actuales diputados, tratando de mantener inalterable el statu quo.
Los participantes en el programa se caracterizaron por el denominador común de su profunda decepción por el manoseo de la democracia, la falta de credibilidad en los políticos y la fragilidad de los procesos electorales.
En ese contexto tan dramático, el pueblo de Guatemala no tiene expectativas de cambios. Los tres poderes del Estado carecen de independencia respondiendo a intereses del poder económico, de las empresas transnacionales y de las “órdenes políticas” que vienen del norte.
En Guatemala la pobreza crece cada día en forma alarmante; la desnutrición infantil es un fenómeno que nos avergüenza ante el mundo. Los servicios de salud y educación están en la calle de la amargura.
La libertad de expresión es un artículo para la exportación, pues en la práctica quienes determinan qué se publica y qué no se publica en algunos de los medios de comunicación son “los anunciantes”, o sea los representantes del poder económico. Por eso no hay un debate profundo sobre los daños al medio ambiente y a la salud de las personas, que provocan algunas de las empresas de capital extranjero, que literalmente se están llevando las principales riquezas del país como el oro, la plata, el níquel, etc.
Las “jugosas pautas publicitarias” de algunas de esas empresas en los medios son un mecanismo para “asegurar” el silencio sobre un tema de tantas implicaciones económicas y sociales para nuestro pueblo.