Sandra Xinico Batz
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La juventud debe saber que el reclamo de justicia por las secuelas provocadas por el genocidio no se trata de venganza, porque el contexto social en el que están creciendo es efecto de esa historia de muerte y exclusión, que no se ha superado porque los problemas estructurales que provocan el empobrecimiento de las mayorías siguen intactos. Los descendientes de aquellos que masacraron a nuestros ancestros y quemaron pueblos enteros durante la invasión española, siguen gobernando y se consolidaron como oligarquía a través del despojo del patrimonio de nuestros pueblos.
También necesitan saber que es falso que nuestras vidas hayan cambiado con los Acuerdos de Paz, porque en la realidad no se aplicaron y a pesar de que recogen elementos que sí pudieron haber contribuido, estos han sido relegados y nada más se convirtieron en un momento romántico de nuestra historia. No habrá paz mientras que los mismos poderosos (o sus descendientes) sigan siendo los dueños de este país. Sostener que el resarcimiento es un negocio demuestra la necesidad de manipular la historia para salir impunes de delitos de lesa humanidad. Las víctimas del genocidio siguen tan empobrecidas como cuando llegó el Ejército a masacrarles.
Tampoco se ha dado la dignificación porque dignificar a las víctimas del genocidio implicaría erradicar el racismo para que las y los sobrevivientes obtengan justicia y junto con sus descendientes tener una vida distinta en la que no se les persiga, empobrezca, discrimine y tampoco se les siga exterminando. Implicaría una sociedad comprometida con el aprendizaje de la historia, la recuperación de la memoria y la reconstrucción de la verdad desde que fuimos hace 500 años invadidos; esto para que el genocidio realmente termine, porque hablar de “que ya no vuelva a ocurrir” hace referencia a que el genocidio ya paró, lo cual no es así, porque la desigualdad de raza permanece y alimenta al capitalismo y al patriarcado que procuran que nuestras culturas mueran poco a poco, algunas muertes sangrientas, otras sutiles, otras en vida como cuando te despojas de tu identidad para encajar y ser aceptado por la hegemonía, que nunca lo hará, porque te quieren como su sirviente y eso implica que una cultura debe estar sobre otra, política y económicamente contando además con la legitimación social.
El Estado de Guatemala no sólo no ha hecho nada, sino que sigue siendo cómplice del genocidio continuado con sus viejas y nuevas formas de operar. Los cuques de alto rango ahora son narcos y otros son políticos-funcionarios buscando amnistía y tienen la amnesia de su lado porque han provocado a la fuerza el olvido.
No fueron sólo doscientos mil desaparecidos, porque comunidades enteras fueron masacradas y los registros se quedan cortos. Nuestras abuelas, nuestros abuelos, nuestros padres, nuestras madres, nuestras familias, las niñas, los niños, nuestra gente murieron de las peores formas. Los años pasan y seguimos sin saber dónde están.
Es doloroso el pasado provocado por el genocidio, es doloroso el efecto en el presente del genocidio, seguiremos acumulando dolor mientras esto persista.