Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Los dos ya señalados diputados –por mí en la columna anterior– ponentes del FCN y del PAN y de alguna manera los ochenta y tres que aparentan secundarlos –por su silencio y más bien apoyo– ¡van contra todo! Nada parece detenerlos. Sólo unas acémilas absolutamente inciviles se les semejarían en su terquedad insólita y en su insania letal.

Lo vemos así, de bulto y de cuerpo entero aunque en proceso de pudrición y gusanera, al leer detenidamente el párrafo que –tanto los reporteros de Prensa Libre y los de elPeriódico, el 15 de enero– como yo el sábado 26, citamos horrorizados (me imagino por parte de ellos y yo plenamente consternado además) porque en tales líneas no queda nada en beneficio de la duda. Todo en él es claro en su negro contenido. En su consonancia –de aprobarse– los derechos humanos más defensores y en defensiva del Hombre serían olvidados y echados a la basura o al inodoro. Pero, en cambio, todos los crímenes de lesa humanidad o contra el hombre, el genocidio, la tortura, etc. serían absueltos para siempre en Guatemala, mediante la amnistía y el sobreseimiento de cualesquiera de tales delitos atroces. Esto es –ni más ni menos– el cambio o la reforma que los provectos y fósiles carcamales del Congreso (83) quieren para que nuestra Guatemala acceda a la vanguardia del pinochetismo “luquista”. Cuando esto ocurra, si es que ocurre, habrá fiesta en los infiernos porque se habrá reinaugurado en Guatemala los días de la perseguidora “Liberación”. Y de las catacumbas catedralicias brotará para asustarnos otra vez, el fantasma de mi infancia: Mariano Rossell, y su hueste medieval de asesinos de la democracia.

Siempre digo y vuelvo a decir y a repetir que, esta Guatemala nuestra, es surrealista. Como la Ixquic del Popol-Vuh, es mágica por todos lados y por todos los flancos que la enfoquemos. Con ello quiero decir que subsisten y flotan en nuestra circunstancia mundo tan polares que parecen otros mundos, de otras latitudes o de otros planetas, lunas y lunares. Están los Galdámez de Xibalbalbá –malolientes a tugurio y a catacumbas– que tercos se enfrentan pensándose invictos, contra Hunahpú e Ixbalanqué, predestinados por los Abuelos a triunfar tarde o temprano.

La no inclusión y el racismo y los linajes no pueden durar más en el país porque ¡han durado demasiado! Y los Galdámez de Xibalbá deben desaparecer en un plazo no muy lejano o serán retirados con violencia por Hunahpú de Agua y de Fuego. Porque su violencia engendra la violencia justificada. Quien así no lo entienda, es porque su ambición y su avaricia sin límites los está llevando a su propia destrucción. Es un destino: lo viejo debe morir. Y los Galdámez de hecho ya están muertos en su juego de pelota falso como los dientes que usan.

No es posible –Galdámez y compañía– que sea negado por ustedes la existencia absolutamente necesaria e indispensable de los Países Cooperantes entre los que no sólo se encuentra la odiada Suecia (por Jimmy su insulsa Sandra) sino los Estados Unidos ¡con todo y Pompeo! No es posible negar y seguir negando ya la insistencia y la presión de la OEA y de la ONU. Y finalmente, no es posible seguir negando tampoco el apoyo que nos da el Banco Mundial o el Fondo Económico Internacional, porque de hacerlo -como lo hacen- es dejar constancia de que nada saben de geopolítica.

Por último, no traten de ningunear, además a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y a la Corte Internacional Penal de Holanda, donde no prescriben los crímenes que los Galdámez y compañía quieren sepultar.

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