Mynor Alejandro Alonzo Mencos

Nací en Ciudad de Guatemala el 14 de diciembre de 1989, estudié Ciencia Política en la USAC y soy activista organizado desde 2009. Anticapitalista, antirracista e integrante de #UsacEsPueblo desde su fundación en 2015. Considero importante construir nuevos discursos políticos con los que las personas se identifiquen y accionen para transformar su realidad.

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Mynor Alejandro Alonzo Mencos

El indio, la cholera, el negro, la naca, el hueco, la puta. Son algunas de las etiquetas que la mayoría de guatemaltecos y guatemaltecas crecimos utilizando sin darnos cuenta que su verdadero objetivo es normalizar y justificar las desigualdades, y con ello la injusticia.

El idioma es la principal herramienta de comunicación que una sociedad puede tener. Consiste en una serie de signos que pueden transmitir, de forma oral o escrita, mensajes comprensibles entre las personas que formamos cualquier grupo social (comunidad, nación, estado o región).

Aunque el mismo idioma puede ser hablado en varios países, en cada uno de ellos tendrá un contexto y una historia distinta, haciendo que su significado y comprensión varíe según el territorio e identidad de las personas.

El discurso es un conjunto de enunciados que expresan, utilizando los signos y los medios del idioma, razonamientos o emociones. Al transmitirlas de forma ordenada y coherente con la concepción de las demás personas puede generar empatía e influir en el accionar o la concepción del mundo de quien recibe el mensaje, por lo que todo discurso es político.

El discurso hegemónico es aquel que, entre todos los discursos existentes, domina. Es el que más personas repiten y aceptan, por lo que generalmente está vinculado a medios de comunicación y a personas o espacios influyentes. Si un discurso es hegemónico, su concepción del mundo también lo es.

Por eso no es extraño que en nuestro día a día tengamos normalizado hablar con tantas etiquetas que justifican la discriminación y con ello propician que se mantenga la desigualdad y la injusticia social.

Los discursos de discriminación están fundamentados en diferencias perceptibles por las personas: racismo (por el color de la piel o las diferencias culturales), machismo (por la imposición de roles de género y la normativa sobre las preferencias e identidades), clasismo (asignar valor según el dinero o estatus social que las personas tengan) entre otros.

La discriminación acostumbra menospreciar el valor de otras personas, insinuando que por su apariencia, cultura, estatus social o actividades no tienen derechos o “se ganan” los problemas e injusticias que una sociedad desigual les ocasiona: “La violaron por puta”, “los desalojaron por indios”, “la mala suerte es por ser negro”, “esa cholera no lo merece”, “pobre pero no indio”, “aunque la mona se vista de seda…”.

La mayoría de personas lo replicamos y no caemos en cuenta que estamos reproduciendo un discurso hegemónico que busca normalizar la desigualdad de un país en donde pocos tienen mucho y muchos tenemos casi nada.

La lucha contra este tipo de discriminación la debemos dar día a día; en la casa, la escuela, la universidad con amigos y amigas. No basta con solamente no decirlo, debemos encontrar la forma de hacer entender que la desigualdad no es justa, que nadie merece ser o tener menos por simplemente ser como es.

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