Alfonso Mata
Me he jubilado hoy. En mi vida he cuidado políticos, industriales, empresarios, banqueros, jueces y extranjeros, hasta prostitutas. Todos se expresan con desprecio de la gente: sucios, ignorantes, supersticiosos, viciosos, ladrones violentos y criminales. Los que hablan así se creen puros y nos tildan de no poder vivir bajo la soberanía de la ley, hecha para nosotros no para ellos. Todos se consideran los mejores, se pelean entre sí y se utilizan unos a otros y eso sí, todos se aprovechan de la policía, del Ejército, de la maquinaria del Estado y se meten zancadilla a cada rato.
De ese modo he aprendido que sí todo es corrupción nada es corrupción, no hay de que asombrarse porque así es el sistema político, social, hasta el religioso: decadente, malicioso, pícaro y mentiroso.
Decidí ser policía y poco a poco mi cordura y comprensión me proporcionó un buen modo de vivir. Dejémonos de cuentos, la lucha política, laboral, de todo tipo social, no ha sido más que de ambiciones por llegar a dominar puestos y acceso al pisto; para lucrar en bien mío y de los míos y en eso, de vez en cuando se cuela algún vivo para darle legitimidad a todas las sinvergüenzas de los aprovechados. Por eso también creo que sí todo es ilegal, nada es ilegal.
Medite usted y se dará cuenta que todo comienza en casa; en la asociación de malandrines en las aldeas, los departamentos llegando hasta la presidencia y eso ha sido toda nuestra historia: control ilegítimo de gentes, de mercados, comercio, tierras, siembras, aguas y de subasta y chinche de lo que es el bien público.
Todo eso viene desde titipuchal de años. Las leyes de los españoles, y luego de los dictadores, presidentes y juntas de gobierno, jamás han podido más que agitar vientos de cambio y lo único que ha sucedido es cambalache de protagonistas, pero la cosa sigue igual y el mal al contrario se extiende desde los copetudos hasta los pelados de los barrios, las calles y los campos. En todos nosotros, tan distintos unos de otros, lo único que nos une es la violencia, la agresión y el oportunismo que se mueve y se agita desde la parte inferior de la jerarquía social hasta la superior. Así que no sé cómo la gente pretende que la cosa pública se administre de manera diferente, cuando siempre se ha administrado como cosa privada.
La cuestión pues de elecciones, es cosa lanzada por los aprovechados pero no recogida por la gente; nada tiene que ver con nuestro día a día a menos que pasen cosas extrañas y extraordinarias como cuando Jimmy. Vivimos entre líneas de acción: diferente la del pueblo, diferente la del gobierno y pistudos. Nosotros solo recibimos las migajas, ellos las monedas. Lo que manda son los pactos donde lo que se discute no es cosa de almas, sino de monedas; lo demás… cuentos. ¡Amigo! Dejar libre curso a los dolores es la mejor medicina. Acepto la recomendación.