Esta semana los presidentes de todas las Conferencias Episcopales se reunirán en la Ciudad del Vaticano atendiendo a una citación que hizo el Papa Francisco para promover “La Protección de los Menores en la Iglesia”, específicamente en lo relacionado con los numerosos casos de abuso sexual y la forma en que ese espinoso tema ha sido manejado por la jerarquía en las diferentes diócesis de todo el mundo y en las mismas esferas de la curia vaticana.

Desde hace ya varias décadas, cuando se empezó a hablar del problema de la pederastia en el seno de la Iglesia, se adoptó una actitud de negación y se afirmaba que todo era un invento anticristiano para dañar a la Iglesia Católica, señalando que el primer esfuerzo serio por poner el tema sobre la mesa de debate fue realizado por el diario Boston Globe bajo la dirección de un periodista judío. Sin embargo, el tiempo se ha encargado de demostrar que el problema es mucho más profundo de lo que se aceptó al principio y hay que reconocer el mérito de los dos últimos Pontífices para encarar la situación con realismo y sin esconderlo bajo la alfombra.

Es importante decir que si la pederastia es un gravísimo problema por los daños que ocasiona a las víctimas, la actitud de la jerarquía alrededor del mundo para encubrir a los pederastas es moralmente inaceptable y constituye una gravísima responsabilidad porque el encubrimiento y el simple traslado de los abusadores a otras parroquias o diócesis expone a más niños y adolescentes al problema.

Benedicto XVI, primero, y ahora el Papa Francisco han cambiado por completo la actitud institucional aunque, como dice el actual Pontífice, eso no elimina el problema pero sí constituye el inicio de una solución ante la determinación de cero tolerancia para cualquier caso de abuso.

Una documental de Netflix bajo el título de Examen de Conciencia profundiza seriamente en la investigación no sólo de los abusos sino especialmente del encubrimiento ocurrido concretamente en España e ilustra sobre las dificultades que encaran en la vida quienes en su infancia o juventud fueron víctimas de los abusadores.

El simple hecho de que el mismo Papa acepte la existencia del problema y plantee la necesidad de un claro compromiso para enfrentarlo es un cambio radical. Nos consta que van presidentes de Conferencias Episcopales que han dicho que las acusaciones son invento para dañar a la Iglesia, afirmación cuya falacia queda demostrada con la abundante divulgación de la verdad sobre este espinoso y gravísimo asunto que no debe seguirse ocultando.

Redacción La Hora

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