Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

En cualquier Estado democrático cuyo proceso electoral esté cercano, empiezan a surgir, (como es de esperar), inquietudes e interrogantes en distintos círculos con respecto a cuál o cuáles serán las propuestas de los candidatos que aspiran a gobernar u ocupar cargos de elección popular dentro de los organismos del Estado (como en el caso de Guatemala), situación que, las más de las veces, desnuda la ausencia de programas de gobierno o de propuestas concretas de cómo esperan conducir el destino de la “nación”, lo cual no deja de ser preocupante y sintomático puesto que revela, en gran medida, la vereda por la cual transitará el país una vez asuman quienes hayan resultado electos. Fácil resulta, por ejemplo, decir que se trabajará por esto y aquello y repetirlo hasta el cansancio, pero un asunto muy distinto es explicar cómo, en qué plazos, con qué recursos y cuál es el equipo de trabajo con que se espera y se propone realizar todo. Los ofrecimientos vacíos, populistas y las prácticas clientelares están a la orden del día durante los períodos eleccionarios (y más allá), tanto de un lado del espectro político como del otro, y eso, además de sugerir en muchos casos un deseo de acceder a la función pública para la consecución de beneficios personales y aviesos, también sugiere incapacidad e ignorancia por parte de algunos candidatos que desconocen lo que significa ejercer una correcta función pública, lo cual redunda en la no satisfacción de las necesidades de la población y se constituye, además, en óbice para el progreso del Estado en tanto no se tenga claro un rumbo y una finalidad definida en función de país. Bien sabemos que a la ciudadanía de nada le sirve que le repitan una y otra vez la existencia de problemas de salud, de educación, de violencia o de falta de empleo. Esas cosas resultan evidentes y abundantes, en tanto que las soluciones y propuestas claras, aparecen muy escasas y difusas. El momento de ceder (delegar) por cuatro años la autoridad del pueblo como uno de los elementos integrales del Estado se encuentra nuevamente cerca, y justo, prudente y necesario es preguntar a quienes deseen postularse para optar a recibir el mandato popular para el siguiente período, entre otras cosas, ¿cuál es su propuesta?, ¿cómo piensa ejecutar sus planes -si los tiene- en la función pública?, ¿quiénes integran su equipo de trabajo?, ¿cuál es la ruta que propone para la consecución del desarrollo del país? Y más importante aún quizá, si está consciente de que el ejercicio del poder público es transitorio; delegado y no comprado; para servir y no para servirse; que a la función pública -particularmente la de alto nivel- no se debe llegar a aprender, sino a poner en práctica planes concretos para mejorar al país y no para mantenerlo igual o para sumirlo en algo peor… La inercia, en estos casos, tampoco debe ser considerada una opción… Vale la pena pensarlo, ahora que aún hay algo de tiempo.

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