Grecia Aguilera
En las insondables veredas de la existencia en ocasiones caminamos por senderos rectos o difíciles, atajos, rutas que por una causalidad no casualidad confluyen en una encrucijada que nos lleva a decidir qué rumbo tomar para continuar nuestro transitar. Y esta experiencia del caminar constante, sus vivencias propias, las quiso dejar plasmadas Estela Álvarez de Larios en su libro titulado “Caminos de Vida”, que para mí más que poemas son atesoradas reflexiones que brotaron como rosas recién nacidas de cada uno de los latidos de su corazón, así como lo manifiesta en las primeras estrofas que dicen: “Al empezar a escribir se deja entrever toda una panorámica de vida ya recorrida./ Se abre la puerta para ver al mundo desde afuera/ y todo lo que lo conforma en sus alrededores./ Ver todo aquello desde otra magnitud, una vida compartida con los otros,/ con esa humanidad latente y que nos inspira para hacer lo que tenemos que hacer./ Caminando por la vida, nos ha llevado a descubrir nuestro propio destino,/ desde sus inicios cuando aún la conciencia estaba adormecida por el no ser/ y cuando aún la frescura del pensamiento y del sentimiento/ no habían florecido sus cimientos/ y más tarde prepararse a construir paso a paso,/ lo que se veía venir.” El poemario está dividido en tres preámbulos: “Caminos de Vida”, “Sueños” y “Romance” en cada uno la autora va describiendo su recorrido existencial, sus deseos y el amor, que pienso es la parte más importante de todos sus caminos de vida, acompañados siempre por sus esperanzados ideales. También deja escapar en los versos de su poema “Duele el alma, duele la vida” la tristeza, dolor y desesperación cuando escribe: “Duele el sueño, duele al despertar,/ duele la mirada, que lacerada empaña,/ duele el abrazo que estruja, hasta romper,/ duele el beso, que pronto se esfuma./ Duele el alma, duele la vida,/ duele la espera, que pronto no llega,/ duele la vida que se desvanece impronta,/ duele el amor, cuando este se ha ido.” Asimismo en su excelente poema “Naufragio”, poco a poco se va describiendo ella misma hasta lograr recuperar las esperanzas: “Hoy me subí a mi barco,/ con mi traje azul de ilusiones,/ aquel que estrené en un puerto,/ no me acuerdo cuál, pero ahí fue./ Naufragué por rumbos perdidos,/ de aquellos que casi no existen,/ que están olvidados por los vaivenes,/ de tantas vidas de infortunio./ Llevo conmigo tantas vivencias,/ unas de ensueño y otras de olvido,/ unas de ilusiones perdidas/ y otras nuevas que por ahí aparecen./ Este barco mío, sabe por dónde voy,/ conoce el camino que siempre tomo,/ adonde llego, adonde me quedo/ y cuando debo partir a mi regreso./ Cada vez cuesta la llegada,/ siempre me pasa lo mismo,/ y me digo, son tantas cargas mayores,/ de ilusiones perdidas y desencantos./ Cada vez cuesta emprender el regreso,/ siempre me pasa lo mismo,/ y me digo con asombro, es el encanto/ de ilusiones nuevas, vida nueva.” La licenciada Estela Álvarez de Larios, Pily como la llamamos con cariño quienes la conocemos, nació en Retalhuleu, Guatemala. Ha dedicado su vida a la docencia, además ha realizado investigaciones y ensayos pedagógicos para diferentes entidades. Actualmente es la presidenta de la Asociación de Mujeres Periodistas y Escritoras de Guatemala AMPEG. La contraportada del libro está firmada por la académica, licenciada Delia Quiñónez quien opina: “La autora enfrenta una búsqueda que la conduce a hablarnos sin rebuscamientos expresivos, porque su intención es compartir sus inquietudes, sus personales formas de interpretar el mundo que ha recorrido con muchísimas tareas a cuestas, pero también con íntimas satisfacciones que ahora le permiten brindarnos una revelación personal digna de encomio. Bienvenida su palabra.”