Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Adrián Zapata

La derrota contundente del FMLN el domingo pasado en El Salvador provoca una reflexión sobre los traspiés, por no llamarlos derrotas, de las izquierdas en el continente.

Es obvio el movimiento del péndulo político en la región. De una situación en la cual predominaban gobiernos de izquierda a otra, la actual, donde el péndulo está posicionado en la derecha.

Tal vez lo primero que deberíamos reflexionar es si las definiciones de izquierda y derecha continúan siendo válidas, ya que hay muchos actores políticos y sociales que niegan tal vigencia.

Uno de los subterfugios ideológicos a los que recurrieron los propulsores del neoliberalismo fue, precisamente, el argumento del supuesto fin de las ideologías políticas, lo cual constituyó un fraude ideológico porque el neoliberalismo tuvo y tiene un profundo sustrato de tal naturaleza. Quienes actualmente sostienen dicha argumentación pretenderían validar lo imposible: la desideologización de la política. El argumento real de ellos es que la ideología política que habría muerto es la identificada como izquierda. Por eso el fin de las ideologías es una patraña.

Asuntos torales como la relación estado/mercado, el rol de la política por encima o subordinada a la economía, la prioridad o no por los pobres y excluidos en el ejercicio del poder, son, entre otras, cuestiones que claramente definen la línea ideológica de la política.

Dicho lo anterior, me parece que efectivamente hubo en América Latina gobiernos de izquierda, que impulsaron programas con tal orientación. Sin embargo, sufrieron derrotas electorales. La reflexión sobre este fenómeno no puede abordarse con profundidad y seriedad en una columna de opinión, pero si puede ponerse el tema sobre la mesa y plantear algunas cuestiones.

Hay dos temas que resaltan, aunque de ninguna manera agotan la explicación sobre esos traspiés de la izquierda. Uno es la corrupción y el otro es el caudillismo. Pero tampoco hay que ser ingenuos y desconocer el contexto nacional e internacional donde diversos actores de derecha constantemente intentan deslegitimar las prácticas de los gobiernos de izquierda. El enjuiciamiento de Lula en Brasil es un claro ejemplo de cómo la lucha contra la supuesta corrupción se convierte en el disfraz que oculta una acción política de impedir que la izquierda acceda al poder. Está claro que en América Latina, el poder imperial ha hecho de la lucha contra la corrupción una estrategia para evitar los avances de las izquierdas.

Ahora bien, a las perversiones de la corrupción y el caudillismo habría que agregar, como tema de fondo, las limitaciones y adversidades que han tenido los gobiernos de izquierda para impulsar sus planteamientos programáticos, relacionados con las cuestiones torales arriba indicadas. Esa debería ser una reflexión fundamental para fortalecer el futuro de las opciones de tal signo ideológico.

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