Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

Como exalumno salesiano, el 31 de enero siempre ha tenido un significado muy importante para mí, por ser el Día de San Juan Bosco, pese a que también han ocurrido tragedias en ese día. Un gran amigo, Lucas Mayorga, también exalumno, perdió la vida en esa fecha. No obstante, fue lo que ocurrió ese día en 1980, la masacre de la Embajada de España en Guatemala, lo que definitivamente puso un sello adicional de compromiso en mi vida. La barbarie cometida por las huestes de Lucas García, obedeciendo militares y policías ciegamente sus órdenes, puso fin a la opción de resolver los problemas de nuestro país por la vía política y democrática. A partir de ese hecho, solamente la lucha armada podría rescatar al país de la violencia represiva que había pasado por encima del derecho nacional e internacional. Hoy, la dictadura de la corrupción nos lleva por el mismo camino, al violentar las leyes internas y los compromisos internacionales. En esa irresponsable actitud no hay ceguera; hay la intencionalidad de forzar al uso de las armas, sabiendo que el monopolio de la violencia lo tiene el Ejército; se confía en someter por la fuerza a las grandes mayorías del país, es decir, recolonizarlas.

El 31 de enero de 1980, si bien ya había participado en acciones en defensa de los derechos humanos, me comprometí más a fondo con esa lucha, comenzando con la defensa de la vida e integridad de las personas. Es un compromiso de vida y, por tanto, me acompañará hasta mi muerte, Serví a esa causa desde 1980, actuando primero como Rector en funciones de la Usac, y ya en el exilio, con la elaboración de un informe para la Comisión de Derechos Humanos de la ONU; posteriormente, vía la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) mantuvimos la denuncia y logramos la condena del Estado guatemalteco entre 1982 y 1998. Se firmó la paz; pero los derechos humanos de las y los guatemaltecos han seguido siendo irrespetados y el Estado ha sido responsable de la violación de ellos y de ignorar los más. La denuncia y acciones de su defensa y promoción han debido continuar. Por eso se me amenaza por parte de los esbirros al servicio de dictadura de la corrupción, como uno de los tantos defensores de derechos humanos que no cejamos en nuestro empeño. Me siento avalado y alentado por las palabras del Papa y de la Conferencia Episcopal de Guatemala en este compromiso cristiano con los derechos humanos. Hemos estado y seguiremos en la posición correcta. Hoy, defender los derechos humanos es también combatir la corrupción. Todos los recursos que los politiqueros llevan a sus bolsillos son recursos que se les quitan a las grandes mayoría que más los necesitan- y combatir la impunidad -nadie, absolutamente nadie, puede sustraerse a la ley, porque la falta de verdad, memoria y justicia golpea el rostro de los millones de víctimas de Guatemala. Nunca hemos promovido la venganza; pero tampoco dejaremos de exigir la justicia, por más intentos que los cómplices de la violencia y la muerte hagan por brindar amnistía a las y los criminales de lesa humanidad. Al rememorar la masacre de la Embajada de España, reitero mi compromiso con los derechos humanos.

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