Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com
El pasado viernes el Tribunal Supremo Electoral cumpliendo con sus obligaciones convocó a elecciones generales para que los guatemaltecos aptos para votar podamos escoger alrededor de cuatro mil personas a ocupar cargos públicos en el mes de junio del presente año. Desde 1956, cuando alcancé la mayoría de edad, he asistido sin falta a este tipo de eventos, incluso al último, en donde a tragos y rempujones fui como la gran mayoría de mis coterráneos a votar “por el menos peor” con los resultados desastrosos que para la mayoría de mi gente provocó el estar ahora tremendamente arrepentida. Este es el momento clave entonces para discurrir a lo largo de este espacio en las preguntas que la gran mayoría de los electores estamos haciéndonos: ¿Voy o no voy? ¿Servirá de algo mi voto? ¿Votando realmente estaré logrando algo positivo en beneficio de mi país?
Del viernes pasado para hoy he leído en distintos medios de comunicación textos que contienen palabras muy bonitas que aprovecho a citar a manera de ejemplo: “…un sistema en el cual la democracia supere ese estatus formalista y que avance hacia una democracia con contenido y sustento pleno de ciudadanía empoderada”, dijo en su discurso el actual Presidente del TSE. Y un reportero escribió: “Una ciudadanía más activa y consciente de que tiene voz, voto y poder…” Van a perdonar si actúo como aguafiestas pero no puedo acallar las interrogantes que llevo dentro: ¿El sistema actual de nuestra democracia realmente empodera al ciudadano para escoger a presidentes, alcaldes, concejales, síndicos y diputados o no le queda otra que hacer como que escoge entre una parvada de aves de rapiña al que más rápido va a llegar a despedazar a su presa? ¿Es cierto que la ciudadanía está consciente que al votar realmente tiene poder de decisión?
Me disculpo de nuevo por no contenerme pero, definitivamente tengo que ser honesto conmigo mismo y confío en que usted estimado lector, si piensa diferente, sabrá comprender que todo ello es consecuencia de tantas cosas que nos ha tocado padecer, lo que nos ha venido frustrando y decepcionando desde la primera vez que ejercimos nuestro derecho a votar. ¿Quién podría convencerme entonces que los ciudadanos guatemaltecos sí podemos escoger a nuestros diputados si desconocemos a la mayoría y del resto, solo sabemos cosas malas de sus ejecutorias?
Por todo lo anterior, he venido pidiendo a través de mis columnas de opinión que nuestros políticos hablen solo con la verdad en la mano. He estado exigiendo a los diputados que no pierdan lastimosamente su tiempo en discusiones baladíes y el resto no solo lo dediquen a ver cómo se hacen ricos de la noche a la mañana. He estado clamando a los señores jueces y magistrados que rijan sus comportamientos únicamente apegados al derecho y le he pedido a los mandamases que cumplan con sus expresiones y promesas dichas en su campaña electoral. ¿Fue mucho pedir verdad?