Douglas Abadía

douglas.abadia@gmail.com

Politólogo, asesor y consultor político, miembro de Analistas Independientes de Guatemala, Docente Universitario.

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Lic. Douglas Abadía Cárdenas
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Dadas las características socioeconómicas de la población guatemalteca, en donde prevalecen altos porcentajes de pobreza y pobreza extrema, analfabetismo, insalubridad, entre otros fenómenos de tipo sociológico, podemos afirmar que ciertos actores nos tienen estudiados y analizados en cuanto a nuestras formas de consumo económico, desde la ingesta de alimentos hasta el pago de nuestra última morada.

En esta ocasión quiero referirme a las empresas y economía informal que ofertan alimentos en nuestro país, el aspecto netamente culinario.

Menciono las características de nuestra población, pues son datos que sirven de insumos a dichas empresas para estudiar y analizar nuestras preferencias culinarias, y con base a esos insumos diseñar estrategias de captación de clientes potenciales, así como la retención de los mismos, obviamente incluidos los precios y por supuesto, sus utilidades como empresarios culinarios.

Diariamente tenemos que ingerir alimentos, por lo menos 3 veces al día, nuestro organismo debe poseer las kilocalorías mínimas para poder funcionar adecuadamente y lograr nuestro desarrollo integral (físico y cognitivo), es decir, cuerpo y mente desarrollados, actualmente tenemos altos índices de desnutrición y desnutrición crónica en nuestros infantes, indicadores que con el transcurso del tiempo tienden a agudizarse.

En Guatemala la oferta culinaria no es aceptable, nos ofrecen y condicionan a consumir lo que les dé la gana, vegetales, verduras y frutas de descarte, pues los mejores productos se venden en los mercados internacionales, dejando el “producto de descarte” para el consumo interno.

Además nos empujan por “economía” a consumir productos que son imitación de los productos reales, no me refiero a que la piratería chafee como decimos en buen chapín los productos, sino que a productos que en sus etiquetas indican “tipo”, es decir, hoy en día hay toda una gama de productos tipo, como queso tipo kraft, tipo crema, tipo wiskey, etc. Sin mencionar que hasta el arroz es de plástico en países como Pakistán.

El país de la eterna primavera, con tierras fértiles para producir variedad de alimentos, con tecnología de punta y recurso humano “calificado” no satisface el paladar, ni el precio, ni mucho menos la forma en que tratan a sus consumidores. Basta probar con llamar a un call center de servicio al cliente de alguna empresa productora de comida, como por ejemplo frituras saladas, golosinas para obtener respuestas desalentadoras como “esperamos mejorar”, en pocas palabras: “háganle ganas porque es lo que nos da la gana producir para que coman”.

No solo la pobreza explica que altos sectores de la población chapina padezcan de diabetes, obesidad, desnutrición entre otras deficiencias producto de la no adecuada alimentación; hay sectores de la población que tienen solvencia económica, hasta pueden darse el lujo de elegir que van a proponer comer, pero carecen del conocimiento para elegir sus alimentos.

El mejor ejemplo es del típico migrante que se va en busca del sueño americano, logra llegar, empieza a enviar remesas (dólares) para quien se encarga de sus hijos (esposa, abuela, etc.), ignorando que el encargado de los niños comprará comida chatarra que no aportan nada positivo al infante. Una agua gaseosa, acompañada de papas fritas, una Sabrita, un chocolate nos hace sentir bien, pues los altos contenidos de azúcar provocan dependencia en ciertas personas, basta con regularle o negarle un caramelo o agua gaseosa a un niño, su actitud refleja dependencia, se convierte en una especie de vicio.

Continuará…

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