Arlena Cifuentes
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Frente a los hechos que se han venido sucediendo, un rompimiento del orden constitucional sería devastador para el país. Los esfuerzos en la actualidad deberían dirigirse a la preservación del Estado de Derecho como un objetivo primordial tanto para las diversas Instituciones del Estado como para los distintos sectores que conforman la sociedad guatemalteca. Existe un porcentaje minoritario de la población que está, hasta cierto punto, consciente y que pretende entender los hechos que se han venido suscitando a partir del año 2016. En realidad el porcentaje de población que podría interesarse, no comprende lo que está sucediendo debido a la desinformación que se genera en las redes sociales de donde se deducen fácilmente sentimientos de odio, resentimiento, revanchismo. Cuando lo que manifestamos proviene de las emociones es peligroso y no permite definir estrategias que promuevan soluciones viables a la crisis. Estas expresiones reactivas solo generan una mayor polarización.

Por otro lado las opiniones están muy posicionadas en dos trincheras extremas en donde priva la incondicionalidad de unos con otros, basada en sus intereses. Por tanto no les está permitido disentir, lo cual limita a cada una de dichas trincheras a oxigenarse, a darle cabida a un pensamiento más actualizado, más creativo y más propositivo. Tanto una buena parte de la izquierda como de la derecha aún permanecen anquilosadas, lo que impide aún más la posibilidad de construir un pensamiento unificado que pueda enfrentar la crisis. Las lealtades mal entendidas que derivan en la incondicionalidad de unos con otros prevalece.

Las consecuencias de la corrupción y la impunidad, las diversas crisis políticas en las que hemos sido nada más ni nada menos que observadores, el alto grado de polarización, la distancia cada vez más grande de quienes lo tienen todo y los que no tienen nada, con una clase media diluyéndose cada vez más, nos está convirtiendo en una sociedad incivilizada en donde la ley del más fuerte y el pensamiento más torpe prevalecen.

Las movilizaciones son una forma de expresión y canalización del descontento en contra del “desorden establecido”. Sin embargo, estas manifestaciones son meramente reactivas y coyunturales, responden a crisis muy puntuales ya que una vez superadas hay un reacomodo y pasamos al papel de espectadores que es el que realmente nos gusta, cacareando a diestra y siniestra. En la actualidad la realidad del país demanda pasar de lo reactivo a lo propositivo. Se requiere que los bandos opuestos tengan la capacidad, de buscar puntos en común que coadyuven a solventar la crisis, para luego buscar acuerdos de mediano y largo plazo que beneficien al país. Hay mucho por hacer que no puede ser pospuesto. Es momento de que pasemos de la confrontación a la proposición en base a la unidad de criterios; para ello es indispensable conocer la problemática del país no únicamente sus aristas.

La Guatemala de hoy es compleja con infinidad de problemas no resueltos que no podemos pretender solucionar en un período de cuatro años que corresponde a cada gobierno electo. Los pocos medios de comunicación serios están llamados a jugar un papel determinante en la campaña electoral 2018, a abordar el proceso con la seriedad que el momento exige siendo lo suficientemente exhaustivos en relación a quienes conforman las plataformas políticas, examinando sus programas de gobierno y requiriendo el cómo pretenden implementarlas. La época de los “encantadores” quedará atrás únicamente si nosotros así lo decidimos.

Es por ello que debe prevalecer la razón, la Guatemala amorfa, dividida, paupérrima; porque sus arcas han sido vaciadas, cuyo pueblo carece de identidad, mancillada, necesita de mujeres y hombres valientes, decididos y con ideas claras.

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