Juan Antonio Mazariegos G.
Al revisar redes sociales, leer diarios, ver algún noticiero televisivo o escuchar cualquier programa radial de opinión, una persona no familiarizada con Guatemala puede llegar a concluir que el debate nacional sobre la actuación del Gobierno ante la crisis que vivimos, el apoyo o no a la CICIG y la actuación de las cortes del país dominan abrumadoramente la conversación de todos los guatemaltecos. Revisando un poco más a fondo lo que se publica o se transmite, se puede observar que las opiniones en su mayoría son polarizadas, extremas o que los círculos de personas alrededor de las manifestaciones son simplemente fotografías o paneos televisivos que cambian el ángulo constantemente, simplemente para filmar o fotografiar a los mismos grupos de personas que reclaman por aquello que consideran es lo correcto.
Con independencia de la posición que cada uno sostenga y agradecido porque en Guatemala los derechos de libertad de expresión y de manifestación existan y se ejerciten, debemos de reconocer que la mayoría de la población abandonó la calle, las enormes movilizaciones de personas del 2015, las concentraciones multitudinarias alrededor de la plaza y el sentimiento que nos agrupó con la caída de Pérez Molina y su Gobierno corrupto, cuando consideramos que por fin se hacía justicia, ya no aglutina a los guatemaltecos.
La polarización o el extremismo ahuyentan a muchos, no somos una sociedad abierta que salga a expresar o manifestar una posición, los mensajes que cada bando utiliza son cada vez más elevados y alejados del entender popular, no puede pensarse que la mayoría de nuestra población encuentre atractiva una tarde de charla sobre los alcances del amparo, tenga como libro de mesa la Convención de Viena o repase antes de dormir la jurisprudencia relativa a la materia del antejuicio.
La espiral que se produce por la polarización de los actos y los discursos aleja cada vez más a estos (actos y discursos), del tan ahora defendido Estado de Derecho. El no acatar una disposición de la Corte de Constitucionalidad es un hecho grave constitutivo de delito, de igual manera, el abusar del amparo para que la Corte de Constitucionalidad gobierne el país por encima de nuestras autoridades legalmente electas es un despropósito del mismo principio que creó la Corte.
No obstante lo anterior, si usted se toma la molestia de conversar con las personas que le rodean, para la mayoría ese es un relajo en otra galaxia, hay que trabajar, habrá que levantarse temprano como todos los días, las necesidades insatisfechas de la mayoría de nuestra población no se llenan con denuncias, discursos o teorías, estamos muy lejos de que se establezca una relación causa efecto entre lo que pasa en las noticias y si tendré mañana salud, educación y trabajo. Esta semana conversaba con un piloto mensajero en un elevador, ¿Cómo va todo jefe?, le pregunté, ja, la calle está hecha un relajo por todos lados, pero ni modo, primero está la necesidad.