Alfonso Mata

Escribo en un momento en que una resolución ha provocado resultados positivos y negativos en la gobernabilidad. Quiero reflexionar sobre las contradicciones que vivimos la población vayan como vayan las cosas, y cómo el resultado real es que ni una ni otra solución nos proporciona resultados fructíferos, pues se nos pide tomar partido ante un drama que se resume en: cambiar y transformar o seguir igual: el tema serio en eso es la justicia, su aplicación. Pedirnos pronunciarnos sin proporcionársenos elementos para un razonamiento claro es alta irresponsabilidad.

Pero lo que realmente estamos enfrentando todos es miedo. De nuevo aparece en nuestra historia, pues no hemos cambiado nada de la estructura que lo fomenta. Miedo político y social es cuando en lugar del diálogo y la polémica, nuestros gobernantes recurren a manipular la parte afectiva y emocional de la gente, pues los que son juez y parte en el problema y conflicto, como son parte del poder político, aprovechando su control sobre los medios de comunicación, tildan de traidora a una contraposición, mostrándose como un gobierno autoritario que confunde, ya que de palabra apoya la lucha afirmando lo cruel que es gobernar si hay corrupción, pero por otro lado afirma lo cruel o injusto que es un sistema legal. El debate propiciado bajo ese tono no es intelectual, no se desarrolla dentro de un ejercicio de función racional, sino de emociones cargadas de intereses personales, que no busca determinar críticamente lo que se considera búsqueda de la verdad de por qué suceden y se hacen cosas corruptas y de los actos que llevan a eso. Pero por otro lado, dentro de la sociedad civil, las voces de reproche son acalladas, la de algunos voluntariamente porque están comprometidos con esa corrupción y la mayoría calla por miedo.

Bajo tal situación, pedirle una decisión a la población es una «trampa» pues ésta solo cuenta con argumentos afectivos-emotivos lleno de matices y ambigüedades para decidir y a sabiendas que muchos de los que pretenden beneficiarse de dicha elección son juez y parte del problema, que no pueden tocar el clarín de la honestidad, pero sí el redoblante de la agresión.

Por otro lado, el miedo actúa también y tiene su efecto sobre la crítica intelectual, llevando a los obligados a hacerla «al silencio» por seguridad propia, de lo cual está llena nuestra historia, a pesar de tenerse conciencia de lo delictivo de nuestro alrededor. Trágica decisión en que no sólo se pierde lo que se cree, sino que se comete un error personal: canjear lealtad con verdad; una categoría moral por otra. Buscar y mostrar la verdad, es un principio moral y no solo intelectual. «La verdad os hará libres».

Tal es nuestro drama en que no se debe buscar quién tiene la razón sino cual es la verdad de qué, y el por qué, y cómo suceden los hechos de corrupción. Pero ¿qué hago si eso me amenaza trabajo o vida? un pueblo sometido a tan humana fragilidad, no puede ser libre, solo sentir todo el horror y la ambigüedad que vive y vivirá de continuar todo igual.

Cartas del Lector

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