David Napoleón Barrientos Girón
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Desde el inicio de la era democrática en 1986, el Ejército de Guatemala se ha ido transformando y consolidando como referente de institucionalidad, ha sido respetuoso de la autoridad electa por la población, principalmente de su Comandante General, que desde esa fecha ha habido con diferentes matices; ha actuado de acuerdo a su mandato constitucional, demostrado en algunos hechos como los siguientes, solo como muestra: su respeto y participación en el proceso de paz, pese haber sido victorioso militarmente. Durante el intento de rompimiento del Estado Derecho en el año 1993, respaldo decididamente el rescate de la institucionalidad para el Serranazo. Para el año 2015 se mantuvo al margen de las manifestaciones populares y respetuoso de los acontecimientos políticos. Ha acatado las decisiones de todos los presidentes electos en procesos democráticos.
El año 2018, fue un claro ejemplo de polarización y confrontación entre guatemaltecos, incluso se evidencio falta de objetividad en la crítica, hasta en los círculos que se autocalifican de académicos o muy bien informados sucedió tal infortunio; en diferentes tribunas se escucharon discursos confrontativos que aluden entre otros temas, al Ejército de Guatemala, de manera irresponsable; unos azuzando, otros reconociendo y algunos descalificando, incluso por deporte o modo de vida, sin reparar que es necesario para el país, contar con instituciones sólidas que permitan la pervivencia del sistema, a excepción que haya interés en socavar las estructuras del Estado para asumir el poder político.
Aunque las propuestas de unidad parecen ser estériles, como resultado de intereses personales, ideológicos y corporativos, debemos recordar que los jóvenes son un alto porcentaje de la población, y es a quienes hay que apelar para que propicien la reconstrucción del contrato social, con nuevas figuras sociales, políticas y económicas, pues las actuales se han acomodado, sin dejarle propuesta objetiva al país de la eterna primavera. Durante el año que terminó se evidenció incapacidad generacional, por encontrar salidas consensuadas a la crisis prolongada, incluso organismos internacionales adoptaron posturas de capricho, propiciando un acelerado deterioro del sistema, ojalá que como el año terminó, así terminara la confrontación en la que nos han hundido: corruptos, corruptores, y vividores del caos, y se dé cabida a proyectos que se distancien de quienes han ejercido el poder y son responsables de tal situación de crisis, que solo beneficia a quienes le apuestan a que, en rio revuelto, ganancia de pescadores.
Ante tal escenario es necesario que los mandos de la institución militar reflexionen, respecto al papel que deben jugar ante coyunturas que próximamente puedan surgir, pues los niveles de conflictividad política, jurídica y social que vive el país, parecieran poner en riesgo la paz y la institucionalidad. Cabe mencionar que la institución armada tiene en su mandato constitucional un bien tutelado intangible, como lo es, mantener el honor de Guatemala, y para tal fin, debe existir en su análisis permanente, mucha altura, siendo la prioridad, la paz social, recordando que, la institución armada no tiene ideología política, tiene mandato constitucional.