La decisión de no incrementar el salario mínimo no puede sorprender a nadie porque es parte del perverso pacto que nos está hundiendo como país y corresponde con la tendencia del poder económico de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. En efecto, cuando se han vivido épocas de bonanza la misma no se traduce “por derrame” a los trabajadores, pero cuando vienen tiempos difíciles se sacrifica a la fuerza laboral en temas como el salario mínimo y hasta se piden exoneraciones o rebajas de impuesto porque los malos tiempos son para todos, mientras que la bonanza es sólo para los de arriba.
En un mundo en el que se muestra crecimiento económico global, Guatemala es uno de los países con menor rendimiento y eso hay que entenderlo en el marco de los efectos que tiene la política oficial centrada en acabar con los avances anticorrupción porque todo el aparato nacional está orientado única y exclusivamente a cumplir los objetivos del Pacto de los Corruptos que opera viento en popa y con toda desfachatez como ahora que parte del empresariado sale a pedir que se congelen los salarios y el gobierno, ni lento ni perezoso, les cumple con esa petición.
El Ministro de Trabajo, según reportes de prensa, dice que esto generará la conservación del empleo, como si no supiera que los anteriores aumentos no han generado despidos en ningún sector y es una vergüenza que un funcionario supuestamente obligado a conocer la realidad de su sector diga tamaña babosada para justificar lo que él sabe que es únicamente consecuencia del pacto existente entre los sectores comprometidos con mantener el régimen de corrupción que tanto daño le hace al país. Desvergonzado es lo menos que se le puede decir a un individuo con tamaño cinismo.
Otra barrabasada similar es la del vocero de los industriales que dice que esto reducirá la informalidad que caracteriza a nuestra economía, ignorando que son otros factores, múltiples y complejos, los que impiden el crecimiento del empleo formal.
Simple y llanamente es obra y producto del Pacto y se le pasó la factura al gobierno por el apoyo incondicional que recibe del poder económico comprometido con la cooptación del Estado en el marco de la corrupción. Tenemos que ser claros y directos porque no caben subterfugios de ninguna naturaleza para disfrazar lo que es otra componenda.
Se despide el año con una medida que impide mejorar la capacidad del empleado que vive del salario mínimo para cubrir sus necesidades, pero que provoca algarabía entre los expertos en socializar las pérdidas.