Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Ahora que estamos a punto de celebrar el fin de un año convulso para el país, creo que es importante que podamos poner nuestras barbas en remojo y recordar lo que vivieron millones de venezolanos el fin de año del 98 para arrancar el 99 y millones de nicaragüenses el año pasado (2017) para arrancar este 2018 que ahora acaba.
En Venezuela nadie imaginó lo que derivaría para el resto de su historia el referéndum del 99 para reformar la Constitución, porque ello ha permitido años de dictadura en los que no se han respetado los límites del Estado de Derecho y han pretendido ejecutar acciones ilegales con total apariencia de legalidad. En ese año asumió Hugo Chávez y en diciembre se reformó la Constitución.
Muchos nicaragüenses ya habían aprendido a vivir con las formas de Daniel Ortega tal y como se lo expresaron a la ex embajadora de Estados Unidos en aquel país, al decir que podían sacrificar algo entre el Estado de Derecho, la democracia y la elección de algunos socios internacionales, pero estoy seguro que muy poca gente puso atención a las voces de alerta en torno a una descarada dictadura que tarde o temprano iba a recurrir a la fuerza y a un total socavamiento del Estado de Derecho.
Y estoy seguro que son todavía muchos los guatemaltecos que no han dimensionado que estamos a las puertas de un año que puede llegar a ser como el 99 de los venezolanos o el 2018 de los nicaragüenses. El 2019 para nosotros debe ser el año en el que derrotemos a la dictadura de la corrupción, en el que evitemos un Golpe de Estado dado por los mismos poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y en el que fortalezcamos el Estado de Derecho que muchos desean aniquilar para operar en impunidad.
La dictadura de la corrupción en Guatemala que lidera Jimmy Morales, la Junta Directiva del Congreso, algunos magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), Salas de Apelaciones y la misma Corte de Constitucionalidad (CC), con el indispensable apoyo de algunos aliados particulares y privados (financistas de todo tipo), ha hecho cálculos y han planteado que es difícil que aíslen a Guatemala por un ataque al Estado de Derecho y que, en caso lo hicieran, se junta dinero suficiente para sobrevivir. “Es mejor ver qué hacemos económicamente hablando que vivir con penas por la justicia”, dicen algunos.
Viene el fin de semana y dos días del inicio del año que nos deben permitir cargar pilas, porque no creo ser dramático al decir que en este 2019 nos jugamos todo, el futuro personal, de nuestros hijos, de nuestras familias, de nuestros oficios y el de todo un país que está al borde que lo lleven al colapso.
Si los venezolanos y los nicaragüenses, ahora, a la luz de las evidencias pudieran regresar el tiempo, sin duda que hubieran enfocado muchas cosas de manera distinta para evitar la debacle de su país y de la gente, en especial la más necesitada.
Está por arrancar el 2019 y de usted y de mí depende que sea el año que marque el inicio de una historia diferente, definitiva y mejor para Guatemala. Feliz año, descanse porque nos viene la madre de todas las batallas.