Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

Eduardo Galeano en uno de sus tantos poemas dedicó sus palabras a quienes denominó “los nadies” que según mi interpretación hablaba de las y los marginados, las y los excluidos de cualquier sociedad, dado que refería, que son aquellos que están “muriendo la vida, jodidos, rejodidos: que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica Roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. Sin embargo, y a pesar de estas adversidades hay quienes luchan todos los días por revertir esta dramática realidad.

Muchas de mis reflexiones giran en torno a quienes desde distintas formas, acciones luchan para buscar una mejor vida para sí mismos, sus familias, sus comunidades y su país, sociedad. Mis pensamientos están ahora con Abelino Chub, con Bernardo Caal y muchos otros defensores y defensoras de derechos humanos que están sufriendo la prisión, por el hecho de defender los derechos de sus pueblos, de sus territorios contra el saqueo y la explotación de sus bienes naturales. Los presos políticos tienen que sufrir en carne propia un sistema que está milimétricamente diseñado para castigar a quienes se oponen a la instalación de un régimen económico que sólo nos llevará a mayores niveles de pobreza, exclusión y deterioro ambiental.

Están con las miles de personas que se ven obligadas a migrar en busca de mejores condiciones de vida, a tomar la dura decisión de dejar su país, su comunidad, su familia y realizar un recorrido plagado de graves violaciones a sus derechos humanos. Mujeres, hombres, niños y niñas día a día huyen de este país que se hunde cada día más en manos de unas elites mediocres que sostienen a sangre y fuego una sociedad clasista, racista, inequitativa y violenta que se fundamenta en la generación de privilegios a través de la corrupción y la impunidad.

Mis reflexiones esta con las familias de las y los defensores de derechos humanos asesinados, que ahora sufren la pérdida de un ser querido y muchas de ellas se ven sumidas en mayores niveles de marginalidad y pobreza. Pero fundamentalmente mis reflexiones están centradas en la urgente e impostergable necesidad de transformar este país, de cambiarlo de pies a cabeza. Cambiar la actuales prioridades establecidas, que nos sean más importantes las botas y las balas militares que el desarrollo de las comunidades, que no sean más importantes las garantías de las inversiones, que el que la niñez, adolescencia y juventud tenga derecho a la educación y que diseñemos un modelo económico que sea capaz de poner en el centro de sus objetivos a la persona humana y no la estabilidad macroeconómica; en pocas palabras retomar la senda que nos imposibilitaron en 1954.

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