Cartas del Lector

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Alfonso Mata

En nuestra prometida ascensión política hacia la democracia, no todos los sectores, géneros y grupos de edad marchan hacia su logro. En nuestro medio, el niño, el adulto, el anciano; la mujer y el hombre sufren hambre; mientras unos de codicia, muchos de necesidades y no sólo en lo material, también en lo espiritual y moral, con graves carencias de crecimiento humano.

Desde que tengo razón plena –de eso hace cincuenta años– costumbres, ideas y caprichos han cambiado, pero se mantienen inalterables las diferencias entre grupos: en cómo se tratan, se comunican, se aceptan y se rechazan y mantienen distancia. Me atrevo a afirmar que esas diferencias se conservan con la misma irresponsabilidad de antes, eso sí, con mayor provecho del funcionario estatal. Limitamos nuestro actuar ya que carecemos de suficiente conciencia y buena voluntad para luchar por rebajar las inequidades e injusticias; por lo que la usurpación política, con alto contenido de violencia, a pesar de mandatos y obligaciones establecidas, no se corrige. Desafortunadamente, las clases sociales no se dan cuenta del daño que se hacen así mismas y a los demás con su actitud y accionar pasivo.

Ese péndulo oscilante en busca de espacios personales y a toda costa de los grupos de poder, acaba por aumentar la magnitud y espesor de conductas agresivas y violentas y de irrespeto a la ley, poniéndonos a unos contra los otros y alejándonos cada vez más, de la fisonomía de una democracia y del disfrute de derechos.

La enfermedad constitucional de nuestra sociedad y espíritu, en mi opinión, se centra en la indiferencia y desinterés con un poco de barniz de ignorancia de todos los grupos nacionales para resolver las inequidades e ilegalidades políticas y sociales, lo que nos ata a una transgresión constante, sin pizca de audacia de pensamiento y acción y con un desprecio hacia las enseñanzas de la historia humana y ajenos por ineptitud o comodidad, lo que nos ha hecho perder voluntad, sinceridad y juicio, virtudes que al escasearnos, nos resta valor e imaginación y creatividad.

Todo lo anterior nos lleva a una blandura de patriotismo y antes de desearles felices fiestas navideñas -ojalá entendiéramos su espíritu- les dejo una fábula que bien resume nuestra condición.

Un cisne, un bagre y un cangrejo / a tirar de un carro se pusieron / y los tres juntos se engancharon de él; / ¡Se afanaron y se afanaron más el carro no marchó! / La carga para ellos no habría sido pesada: / pero es que el cisne tira hacia las nubes, / el cangrejo hacia atrás, y el bagre para el agua. / ¿Quién de ellos es culpable, quién no lo es?, /no nos toca juzgar. / Sólo que el carro todavía está allí.
Korolov.

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