Contra lo que sostienen quienes piensan que en Guatemala todo es color de rosa y que es la Prensa la que empaña esa realidad, ayer el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales, CIEN, presentó las expectativas para el año próximo a partir de nuestra realidad, y el cuadro muestra la precariedad de la economía nacional que depende fundamentalmente de las remesas familiares, mientras que el salario real de la población se ve afectado seriamente porque su poder de compra es cada vez más reducido. En términos reales el salario mínimo del año 2016 tenía apenas un 84 por ciento del poder adquisitivo del 2002.
Para quienes dirigen la economía del país la situación no llega a ser crítica gracias al invaluable aporte de la comunidad migrante, esa tan menospreciada aquí y allá, que se convierte en el motor de nuestra actividad. Pero la pérdida de poder adquisitivo es algo que afecta seriamente a las personas asalariadas, sobre todo aquellas que tienen que conformarse con el salario mínimo, cuando bien les va. Porque en muchos sectores el salario mínimo se convierte también en salario máximo, además de que hay muchos empleadores que ni siquiera llegan a pagarlo y reclutan su mano de obra en condiciones inferiores a los mínimos de ley.
Y mientras el CIEN, un tanque de pensamiento de cuya posición ideológica no se puede dudar, hacía esa presentación que en buena medida resulta preocupante, los agricultores del país comparecían ante la opinión pública para demandar que se congele el salario mínimo y que se rebaje el Impuesto Sobre la Renta reiterando lo que siempre ha ocurrido de que se trata de socializar las pérdidas y privatizar las ganancias porque en épocas de bonanza no se trasladan los beneficios a los demás.
En Guatemala vivimos tiempos difíciles y tenemos que entender que no habrá cambio mientras se insista en mantener un sistema perverso en el que un pequeño grupo se asegura privilegios y aumenta sus ganancias gracias a la forma en que opera para cooptar al Estado, mientras el resto de la población tiene que luchar para seguir creciendo haciendo las cosas bien y otro gran grupo que debe conformarse con subsistir, lo cual logra no gracias a la productividad de nuestro modelo económico, sino gracias a las remesas que son producto de la sangre, sudor y lágrimas de esos millones de guatemaltecos que han sido expulsados del país por la falta de oportunidades derivada de la ausencia de inversión social porque las políticas de Estado giran alrededor de las distintas formas de corrupción que, como hemos dicho, no sólo roban al erario, sino le roban al pueblo hasta la esperanza.








