El sábado, con motivo de los preparativos para celebrar el Día Internacional Contra la Corrupción, varios analistas se refirieron a los efectos que ese crimen tiene sobre la población, especialmente la más necesitada. Y es que no siempre asociamos el latrocinio con lo que ocurre con los servicios esenciales que el Estado debiera proporcionar, puesto que nos hemos ido acostumbrando a ver en eterno desastre sectores como Salud y Educación y suponemos que “así es la cosa”, sin entender el tremendo efecto que tiene el desvío de los recursos públicos y, sobre todo, la perversión del mismo Estado que abandona el cumplimiento de sus fines esenciales (promover el bien común), porque es puesto al servicio del interés de los corruptos y los corruptores.

Con la red vial hay un ejemplo concreto para entender el problema, puesto que el deterioro de nuestras carreteras es resultado de que fueron construidas como auténticos mamarrachos para ganar más y para obligar al Estado a que gaste más y con mayor rapidez para dar mantenimiento a la obra mal ejecutada. Y cuando aumenta la fiscalización para supervisar a los que dan mantenimiento, funcionarios y contratistas se ven a palitos porque ni unos ni otros saben trabajar de manera transparente.

Pero en Salud, por ejemplo, se sufre el efecto de una enorme corruptela en la compra de insumos y suministros que van desde los medicamentos hasta el equipo hospitalario. Pero, además, para silenciar al sindicato de los trabajadores del ramo se firman pactos colectivos leoninos y sin respaldo financiero, pero que tienen la finalidad esencial de que el trabajador del sector se convierta en un defensor de los funcionarios que se enriquecen en el desempeño de sus cargos. Sindicatos como los de Salud y Educación son parte de la corrupción porque se les aumentan sueldos no para que sirvan y atiendan mejor a la población, sino para que sean fuerza de choque de respaldo a los corruptos.

Ni qué hablar de la inseguridad existente, puesto que el crimen organizado compra protección de las autoridades y crea territorios que son sus auténticos reductos donde pueden operar con toda libertad. Y a ello se suma un Sistema de Justicia al servicio de la impunidad diseñada para beneficio de los miembros de las élites, pero que obtiene ingresos extra protegiendo también a los otros criminales que trabajan de igual manera en forma organizada.

Y esa combinación es la que genera migración de gente harta de partirse el alma sin mejora ni oportunidades para elevar el nivel de vida de sus familias.

Redacción La Hora

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