Juan José Hurtado

Médico general especializado en pediatría y antropólogo con especialidad en antropología médica.

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Dr. Juan José Hurtado

Leí con gran interés y agrado el artículo del literato Premio Nobel Mario Vargas Llosa en elPeriódico de fecha 28/10/2018; me pareció maravilloso el enfoque que le da a la Hispanidad, dejando de lado las épocas oscuras que España ha atravesado y dando una lección para mí inolvidable de lo que es Hispanidad, centrándose en la época posterior a la dictadura franquista. Esta lectura me trajo a la memoria una serie de recuerdos, entre ellos una lección muy importante que recibí sobre el tema.

Leer la impresión de Vargas Llosa, en el período de sus estudios en Madrid en 1958, de “un país subdesarrollado, con una dictadura severísima y una censura tan estricta que tenía a la sociedad como embotellada en una atmosfera de sacristía y cuartel….”, me recordó que también tuve la misma sensación y deseos de salir, después de una corta visita a Madrid, en 1952. El ambiente era pesado, oprimía, las personas poco comunicativas por el miedo, después de las siete de la noche las calles oscuras sin gente, con quienes hablé me recomendaron no indagar mucho, evitar hablar de política y censurar algo. Una mañana, quisimos visitar una iglesia y nos impidieron entrar, por no llevar mi joven esposa mangas largas y mostrar brazos y hombros desnudos. A pesar de la belleza de Madrid, los sentimientos negativos nos hicieron salir anticipadamente.

Tenía solo 25 años de edad, por estudios de especialización vivíamos en Lausana en la Suiza Francesa. Fue la segunda vez que me sentí vivir en el seno de una democracia, la primera había sido dos años después de iniciar mis estudios de medicina en 1944. Viví el cambio de la dictadura del General Jorge Ubico Castañeda a la libertad y espíritu de la Revolución de Octubre. Fue un privilegio que me permitió contrastar la vida democrática con la opresión dictatorial, en la que como se decía en la época “las paredes oyen” refiriéndose al espionaje mantenido por los “orejas” de la temible policía secreta.

Durante mis estudios en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos, tuve contactos enriquecedores con la historia de España y catedráticos brillantes exilados al triunfar la invasión de Franco y sus huestes. La idea de la dictadura franquista nunca me abandonó.

Conocí a catedráticos españoles en la Facultad. Particularmente me acuerdo con gran placer y nostalgia haber conocido y recibido clases magistrales sobre “El Siglo de Oro Español” con el inolvidable maestro, el doctor don Salvador Aguado Andreut. Todo esto lo escribo confesando mi tardanza en adquirir el concepto claro de Hispanidad. Las lecturas de los autores del Siglo de Oro y las clases de historia, me dejaron entrever el concepto, pero no lo asimilé íntegramente.

Por azares del destino viví un tiempo en la ciudad de Milwaukee, Estado de Wisconsin, Estados Unidos de Norteamérica. Un matrimonio muy amigo desde que vivieron en Guatemala, ella una humanista española y él un Antropólogo norteamericano, dirigían una ONG que ayudaba a la población migrante residente en Milwaukee. Decidieron invitar a dos artistas españoles para hacer una presentación ante la abundante población hispanoparlante de la ciudad.

Ofrecieron después de la representación una recepción en su residencia, entre los cuales estuvimos mi esposa y yo. En el curso de la misma, los anfitriones me presentaron a los artistas invitados, con quienes tuve una conversación muy agradable, aunque el final fue un poco disruptivo.

Di mis impresiones sobre España antes y después del franquismo y al final desafortunadamente me expresé muy duramente de la España conquistadora y colonialista, del racismo, la opresión y explotación del indígena, la encomienda, etc. Naturalmente la reacción de mis interlocutores no fue la mejor o la más amistosa. Pero, me dieron una magnifica lección sobre la Hispanidad, con argumentos parecidos a los que nos ha ofrecido en su magnífico artículo Vargas Llosa.

De una manera calmada, pero muy enfática uno de ellos me dijo al final una frase que recuerdo hasta la fecha: “oye chico, bien que sois inútiles. Os quejáis de España, de hechos ocurridos varios siglos atrás, tiempo en el que no habéis sido capaces de cambiar la situación de vuestro país”. Esta frase final, fue expresada en voz alta y enérgica que atrajo las miradas de otros invitados a la recepción. Los de la madre patria, me dieron una lección gratuita e inolvidable.

Si los encontrara nuevamente y me hicieran la observación lapidaria de que somos inútiles, creo que con vergüenza diría: sí. Aún no hemos cambiado las cosas en Guatemala.

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