Roberto Arias
Los videos de la autodestrucción de las Torres Gemelas del World Trade Center en la ciudad de Nueva York en 2001 se repitieron en los medios de comunicación globales hasta el cansancio y, en la actualidad cada mes de septiembre debemos aprestarnos para ver estas aburridas escenas de nuevo en todos los canales. Esto lo hacen con el fin de mantener en la mente colectiva mundial “La razón” que tiene EE. UU. de meter guerras impunemente en donde se les da la gana “para defender su seguridad nacional”.
Rápidamente después de los ataques, el Gobierno estadounidense, que asumió que la seguridad nacional -de ellos- estaba seriamente amenazada, comenzó una guerra contra el terrorismo a escala internacional y logró fijar en la mente social mundial el miedo y la nueva palabra de batalla: “Terrorismo”, como si esto no se hubiese utilizado desde los inicios de la humanidad.
Algunos autores dicen que el 11 de septiembre tuvo un efecto positivo, ya que permitió dimensionar los peligros globales, como el terrorismo internacional, propiciando una mayor cooperación entre los países. Para otros, el papel de “policía global” que había adoptado Estados Unidos y las medidas de seguridad que ponía en marcha, como la Guerra de Irak (2003-2011), suponían acciones e intervenciones ilegítimas a favor de “la seguridad nacional”. La ilegitimidad de esa invasión autoritaria contra Irak dejó al descubierto la voracidad y la planeación de los gringos para robar los recursos petroleros de ese Estado, buscando como siempre, la hegemonía energética mundial.
El autoataque infligido por los mismos gringos ha sido probablemente el día más importante del siglo XXI. Sirvió, dentro de otras cosas, para decretar el orden mundial actual, que se ejecutó por medio de una estrategia político-militar por parte de Estados Unidos y sus aliados. A partir de ese momento, enarbolar la bandera en defensa de la seguridad y la paz justifica cualquier acción, incluyendo guerras en contra de países pobres y desarmados. Conceptos como “seguridad nacional”, “guerra de prevención”, “doctrina del shock” o “terrorismo internacional” sostienen la teoría de la geopolítica del miedo.
Es una de las repeticiones o mantras del Gobierno de Estados Unidos. La seguridad nacional está presente en todos los discursos oficiales y se ha instalado en las cabezas de los ciudadanos, que están convencidos de que hay uno o muchos enemigos que pretenden atacarles.
En el siglo XX los enemigos de la seguridad nacional estadounidense eran “los nazis; los japoneses; o los comunistas”. En el siglo XXI los principales enemigos son los latinoamericanos y el islam. A partir de este momento, cualquier acción contra “el enemigo” está justificada porque “está en peligro la seguridad nacional”.
En la actualidad, el latinoamericano es generalmente visto en las entradas por aire y tierra a ese país, como narcotraficante, violador, ladrón o terrorista, gracias a la exacerbación de las torpes ideas xenofóbicas de Trump, en su mente y… en las de la población.
Continúa.