Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Plaza Pública ha publicado un extenso reportaje que intenta hacer un perfil del abogado Alfonso Carrillo Marroquín y en resumidas cuentas plantea más dudas que respuestas sobre lo que hace Carrillo y por qué es que se ha convertido en un permanente actor legal en diversos procesos que tienen tanto que ver con la lucha contra la impunidad en el país, generadora de tanta corrupción. Yo entiendo que es natural que se le trate de buscar tres pies al gato o que se dude de las motivaciones de alguien que, sin lucro de por medio, parece dedicado de lleno a la defensa del Estado de Derecho y a combatir las arbitrariedades que el poder comete para afianzar más, si se puede, el sistema de la impunidad. Son dudas naturales porque no estamos acostumbrados a ser testigos de ese tipo de actitud en un país donde velar por el derecho de la nariz de cada quien parece ser la norma.

En mi trato con Alfonso Carrillo siempre lo he notado convencido de que Guatemala no puede continuar por la senda que lleva y decidido a ser un actor para transformarla, lo cual busca mediante acciones en el campo que más domina que es el de la ley. Pero además está convencido de que una tarea de tal envergadura no se puede llevar en solitario y por eso sus llamados para que otros se sumen a una lucha que podría parecer demasiado platónica y, por lo tanto, incomprensible para quienes están acostumbrados a que todo se hace para lograr algún beneficio personal.

Yo lo entiendo perfectamente porque en nuestra lucha periodística nunca hemos antepuesto intereses comerciales a los valores que inspiran nuestro ejercicio profesional. Muchas veces hemos declinado ofertas “atractivas” que de alguna manera implicaban renunciar a nuestra forma de hacer el periodismo y cuando las hemos rechazado hemos visto la cara de sorpresa de los oferentes que no entienden cómo es que uno puede ser “tan baboso” de dejar pasar esas oportunidades. Hacer lo que uno hace por convicción y no por interés puede parecer antinatural para mucha gente y eso noto en el reportaje sobre Alfonso, pues da la impresión que no se puede creer que haya alguien dando las batallas que él da sin una agenda oculta, sin un interés directo que, al no conocerlo, suponemos perverso por necesidad.

El recuento de las intervenciones que ha tenido en el proceso político nacional a partir del parteaguas que fue la creación de la CICIG es únicamente de hechos positivos. Nada hay reprobable en el largo listado de acciones legales. Sin embargo, la efectividad y justicia de sus alegatos jurídicos, lejos de encumbrarlo, despierta la sospecha de por qué este tipo hace lo que hace si no está obteniendo ningún beneficio. “Algo ha de tener bajo la manga” es la conclusión lógica de quienes sienten sospechoso que en un país donde a tantos les importa un pepino la patria y donde los valores son desechables, haya personas que actúan por principios más que por intereses. Repito, la lista de las acciones que recoge el reportaje es enaltecedora, pero puede más la duda y la sospecha de por qué hace lo que hace.

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