Víctor Ferrigno F.
El pasado domingo 2 de diciembre, en Katowice, Polonia, dio inicio la 24ª Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Cambio Climático (COP-24), con énfasis en la igualdad de género y la limpieza del medio ambiente.
La COP-24 se desarrolla pocas semanas después de que la ONU alertara al mundo sobre los niveles sin precedentes de concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, por lo que los 197 Estados parte del Acuerdo de París deberán definir cómo implementarán dicho plan, estableciendo plazos y responsabilidades por país.
Los Estados firmantes del Acuerdo se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, para limitar el aumento medio de la temperatura global a menos de 2° C, para finales de siglo.
El tiempo apremia, pues hemos llegado a un punto crítico en el cambio climático (CC), en el que los gases de efecto invernadero causan más cambios de los que se pueden gestionar, según concluye una revisión de miles de artículos científicos publicada recientemente en la prestigiosa revista Nature Climate Change.
Como es sabido, las emisiones continuas de gases de efecto invernadero (GEI) elevan la temperatura atmosférica, provocando la evaporación del agua del suelo, generando sequías, incendios forestales y olas de calor en lugares usualmente secos, o lluvias copiosas e inundaciones en áreas ordinariamente húmedas. La evaporación de las aguas oceánicas se acelera por el incremento del calor, aumentando la velocidad del viento, los aguaceros y los huracanes, cuyas oleadas pueden agravarse por el aumento del nivel del mar.
En resumen, las emisiones incrementales de GEI pueden agravar múltiples amenazas climáticas, de manera simultánea, generando desastres de gran magnitud, con una cauda de muerte y destrucción, pues rebasan la capacidad de respuesta.
En el estudio, elaborado por investigadores de la Universidad de Hawái, en Manoa (EE. UU.) con la colaboración de expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, analizaron grandes cantidades de macro-datos, que han identificado las 467 formas en las que la salud humana, los alimentos, el agua, la economía, la infraestructura y la seguridad se han visto afectados por múltiples cambios climáticos, entre los que se incluyen calentamiento, sequía, olas de calor, incendios forestales, precipitaciones, inundaciones, tormentas, aumento del nivel del mar y cambios en la cobertura terrestre y química oceánica.
El Acuerdo de París es la única opción viable para hacer frente al cambio climático; ha sido ratificado por 184 Estados parte, entró en vigor en noviembre de 2016, conteniendo varios compromisos importantes, como aumentar la financiación para las medidas contra el cambio climático, incluyendo el objetivo de transferir 100 mil millones anuales de los países donantes a los menos desarrollados; crear planes nacionales sobre el clima, a más tardar en 2020; y terminar, en 2018, un programa de trabajo para implementar el Acuerdo.
Para concretar este último compromiso, se reunieron en Polonia 28 mil personas, encabezadas por el Secretario General de la ONU y 40 Jefes de Estado y Gobierno quienes, en cien eventos especializados, deberán acordar políticas públicas y acciones concretas para viabilizar el Acuerdo de París.
En Guatemala, lamentablemente, el Estado ni siquiera ha sido capaz de atender a las víctimas del Volcán de Fuego, pues el peor desastre que hemos sufrido es haber elegido a los gobernantes y diputados que integran el Pacto de Corruptos e Impunes, una plaga de proporciones descomunales.