Arlena Cifuentes
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Hace diez años ya, que inicié el acompañamiento a una de mis tres hijas, quien eligió la carrera de medicina. Valga decir que previo a ello hice un peregrinaje por la clínica de nuestro médico de cabecera, el querido y recordado doctor Carlos Pérez Avendaño; su inspiración, así como de nuestros médicos especialistas, apelando a ellos para que la disuadieran. Para mi desconsuelo no logré mi objetivo. Cuando se graduó de médico le agradecí a Dios, lo celebré y le tomé una foto a la última lonchera que según yo, había preparado. No imaginaba lo que estaba por venir.

Eligió una de las especialidades que requieren mayor entrega, sacrificio y que como mujer conlleva implícitamente el saberse discriminada sobre todo cuando se eligen puestos de dirección a los que le está vedado llegar no importando la capacidad demostrada, sólo por el hecho de ser mujer, pero no así a los hombres. Prevalece para los nombramientos la mediocridad que conlleva la incondicionalidad y una buena dosis de servilismo. Además eligió el hospital en donde hay una mayor exigencia física, emocional y académica. Es una médico comprometida, responsable, con agallas para enfrentar lo que muchos otros no se atreven. Es un orgullo ser su madre.

En los últimos meses vimos cómo el gremio de médicos y profesionales de la salud exigió una mejora salarial; así como, de infraestructura y equipo. La denominaron, “la lucha por la dignificación de los profesionales de la salud”, lo cual fue totalmente válido; mal liderada, en donde sólo tuvieron voz y voto los jefes y directores de los diferentes servicios y departamentos, lo cual nos refleja el primitivismo enquistado en estas instituciones, la Guatemala estancada por intereses y prejuicios que impiden su evolución acorde a los tiempos actuales.

Si bien es cierto, que un aumento salarial era justo y necesario debido a las deplorables condiciones en las que trabajan los médicos residentes y los sueldos de miseria que reciben, ya que son ellos quienes verdaderamente sacan la tarea, hay que resaltar que la dignidad de un médico no se resume únicamente en el salario que devenga.

El gremio médico aquí y en otras partes del mundo ha desnaturalizado su razón de ser, hoy se lucra con la salud del paciente de manera cínica y descarada. Por otro lado, tenemos la idea errónea de que quienes ingresan a la carrera están dotados de “vocación y una actitud de servicio”, nada más alejado de la realidad.

Cualquier joven soso a quien le suene bien la idea de ser llamado “doctor” ingresa a la carrera. Sin actitud ni aptitud para la misma. Los primeros años de estudio van determinando si el estudiante es apto para obtener el primer cartón; lamentablemente las casas de estudio contribuyen a fomentar la mediocridad, ya que en un gran número de veces el afán de lucro de catedráticos y asesores prevalece, encargándose de la redacción y aprobación de la tesis de estos aprendices de matasanos, por un monto previamente determinado.

La construcción de la dignidad del médico se inicia en casa, la sensibilidad, la empatía con el enfermo no se adquieren en las aulas ni mucho menos en las salas y corredores de un hospital, como tampoco la capacidad ni el espíritu de servicio, ni las agallas para desafiar el orden establecido. Son estos algunos de los elementos que conforman y hacen a un médico digno en su profesión. Felicito en su día al Médico Digno cuya entrega le es inherente.

Congratulo a los profesionales de la salud por el aumento salarial obtenido, el cual es únicamente un paliativo que en pocos años enfrentará la misma problemática si no se abordan las reformas de fondo tan necesarias a la Ley del Servicio Civil.

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