Amy Goodman y Denis Moynihan
Las pasadas elecciones de mitad de mandato estadounidenses hicieron historia, sobre todo porque el Partido Demócrata volvió a liderar la Cámara de Representantes de Estados Unidos y una cifra sin precedentes de cien mujeres resultaron electas para el Congreso, entre ellas, las primeras indígenas, musulmanas, afroestadounidenses, latinas y LGTBQ.
Pero también es cierto que menos de la mitad del electorado acudió a las urnas: un 47%. A pesar de ser la participación en elecciones de mitad de mandato más alta en medio siglo, es una cifra vergonzosa. El motivo principal son las agresivas acciones de supresión de votantes que el Partido Republicano ha llevado a cabo con éxito durante décadas, principalmente en los estados en los que detentan la mayoría en la legislatura estatal y que son gobernados por republicanos. La población se está organizando en contra de esta privación del derecho al voto generalizada y puede sacar dos importantes lecciones de estas elecciones de mitad de mandato: primero, que la organización de base obtiene resultados; y segundo, que aún queda mucho trabajo por hacer para garantizar una democracia justa y representativa con un electorado comprometido y empoderado.
Basta con ver lo que sucedió en el estado de Misisipi, donde se acaba de realizar una segunda vuelta para el Senado de los Estados Unidos. En una elección cargada de racismo, la republicana Cynthia Hyde-Smith derrotó por aproximadamente ocho puntos porcentuales al demócrata afroestadounidense Mike Espy, que ha sido miembro del Congreso y secretario de Agricultura de Estados Unidos. Si bien puede parecer una victoria sólida, uno de los dirigentes sociales más brillantes y experimentados del sur, el reverendo doctor William Barber, lo ve de otra manera: “Mike Espy, en cierta forma, ya ha hecho historia al llegar a una segunda vuelta. Hace cinco o diez años, no se veía lo que estamos viendo en Georgia, Florida, Texas y ahora en Misisipi”.
El reverendo William Barber se está refiriendo al fuerte avance de personas de color y progresistas en estados que se consideraban fortalezas conservadoras.
En Georgia, Stacey Abrams, quien bien podría haber sido la primera mujer gobernadora afroestadounidense en Estados Unidos, perdió por un margen muy reducido ante el republicano Brian Kemp, que se desempeñaba como secretario de Estado de Georgia durante la campaña. Kemp se negó a renunciar al cargo y finalmente supervisó la elección en la que era candidato. Como secretario de Estado, Kemp eliminó a 1.3 millones de votantes del registro electoral de Georgia y dejó en suspenso el procesamiento de 53,000 formularios de registro de votantes que en su mayoría eran de personas de color, que tienden a votar por los demócratas. Una orden judicial finalmente lo obligó a registrar a esos votantes. Stacey Abrams anunció que creó una nueva organización, Fair Fight Action, que ha presentado una demanda federal para forzar a los funcionarios electorales de Georgia a solucionar lo que, según afirma, son problemas sistémicos del sistema electoral de Georgia.
En Florida, el afroestadounidense Andrew Gillum, alcalde de Tallahassee, perdió por estrecho margen ante Ron DeSantis, el protegido de Donald Trump, en una campaña también empañada por llamadas automáticas con mensajes racistas y comentarios racistas por parte de DeSantis, entre los que se cuenta el convocar a la ciudadanía a “no hacer la monería” de apoyar a Gillum. La contienda fue lo suficientemente estrecha como para forzar un recuento de los votos y aunque Gillum finalmente perdió, en la misma elección los votantes de Florida aprobaron la Enmienda 4, que restaura el derecho al voto de 1.4 millones de floridenses con antecedentes penales.
Barber ha estado organizando lo que llama la “tercera reconstrucción”, una reorganización política en el sur de Estados Unidos. El reverendo explicó cómo la segunda vuelta para el Senado de Misisipi sirvió como oportunidad de organización: “Pude ir allí y estar en iglesias con las personas que acudieron, blancas, negras y latinas, que se estaban organizando, que reconocen que Misisipi no es un estado republicano, sino que es su estado, y que tienen posibilidades en Misisipi porque los índices demográficos han cambiado. Y tenemos que empezar a ver eso también. Comprenden que, en 2016, el 45% de las personas no votaron. Comprenden que solo el 29% del electorado acudió a votar en 2014 en la elección que ganó [el exsenador republicano Thad] Cochran. Este ganó por solamente 125,000 votos, y unos 600,000 afroestadounidenses que podrían haber votado no lo hicieron, y casi un millón de personas blancas que podrían haber votado tampoco lo hicieron”.
Mike Espy, exsecretario de Agricultura de Estados Unidos y excongresista de Misisipi, perdió ante la actual senadora republicana de Misisipi por poco más de 68,000 votos, un margen menor al 8% (Hyde-Smith fue designada para reemplazar a Thad Cochran en abril de este año, cuando este renunció por motivos de salud). La victoria de Hyde-Smith se produjo después de que ella bromeara sobre los ahorcamientos públicos en la campaña electoral y luego de que se hiciera pública una fotografía en Facebook que la mostraba posando con una gorra y un rifle del Ejército Confederado, en la que escribió como pie de foto: “¡Lo mejor de la historia de Misisipi!”.
Como señala el reverendo doctor William Barber, hay más de 600,000 afroestadounidenses en Misisipi que reúnen las condiciones para votar, pero que no acudieron a las urnas. Un esfuerzo concertado para lograr la participación de estos ciudadanos, para empoderarlos con el fin de que ejerzan el voto, podría cambiar fácilmente los resultados de las elecciones en Misisipi.
Barber concluyó: “El sur está cambiando. La llamada “Estrategia sureña” del Partido Republicano comienza a romperse. Ya vamos sintiendo el dolor de parto de esta tercera reconstrucción”.