Factor Méndez Doninelli
En Guatemala los altos índices de desnutrición crónica infantil y la mortalidad por esta y otras causas aumentan, igual que la pobreza que tiene con hambre, enfermas y en la miseria a millones de personas. Según el Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF (por sus siglas en inglés), la mortalidad infantil sigue alta comparada con otros países de Latinoamérica, es de 44 por mil nacidos vivos, es decir, por cada 1,000 niños o niñas que nacen, 44 mueren antes de los cinco años.
Las defunciones infantiles pudieron evitarse, pues la causa fueron enfermedades prevenibles y curables, tales como infecciones digestivas o de las vías respiratorias, además, la pobreza, la falta de oportunidades para acceder a educación y salud de calidad, la indiferencia del Estado, la corrupción incrustada en el aparato estatal, inciden en la tasa de mortalidad infantil.
Las políticas neoliberales, la codicia insaciable de las élites y la corrupción en el sector público, paralizan la obligación del Estado de garantizar el bien común, de invertir y ejecutar programas sociales que, beneficien a sectores históricamente desamparados, marginados, excluidos y cada vez más pobres.
En estrecha vinculación a las muertes por desnutrición infantil, están los fallecimientos materno-infantiles, que según el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social a través del área de salud, la mayor concentración de decesos de este tipo, se produce en los departamentos de Huehuetenango, Alta Verapaz y Totonicapán, región cuya población es mayoritariamente indígena.
Estas condiciones evidencian que, Estado y Gobierno son responsables de violar Derechos Humanos de los habitantes, en particular, los económicos, sociales y culturales. Es inadmisible la indiferencia de los gobernantes, de la clase política y de las élites, a quienes no importa la atención, cuidado y protección a la niñez del país para asegurarles un futuro libre de violencias, de hambre y de enfermedades que hoy les arrebatan la vida a temprana edad.
A los sectores poderosos, a la clase política neoliberal, a los Gobernantes de turno, no interesa invertir en la niñez, tampoco generar políticas públicas que combatan y erradiquen estos flagelos sociales que afectan el normal desarrollo de niñas, niños y adolescentes y en casos extremos les quita la vida; tal afirmación se desprende de la aprobación por parte del Congreso Nacional del Presupuesto General de Gastos de la Nación 2019, que supera los 87 mil millones de quetzales, sin destinar recursos para implementar planes y programas dedicados a eliminar o disminuir la pobreza, el hambre, la desnutrición y mortalidad infantil, signos negativos que explican la razón de que ocupemos el primer lugar en América Latina en desnutrición crónica infantil y el país con más desigualdad en la región y el planeta.
El informe 2018 sobre desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD, señala que en Guatemala el 46 por ciento de la niñez sufre desnutrición crónica, que ocupamos el lugar 127 de 189 países analizados, que cada día aumentan los pobres, que más de tres millones de personas se han empobrecido y para colmo, superamos a Haití en desnutrición crónica.
Si hay pobreza, marginación, desigualdades, desnutrición infantil, no habrá cambios que superen las condiciones que hoy nos colocan como país desigual con bajo índice de desarrollo humano.
Son los sujetos críticos y organizados, quienes pueden echar a andar el proceso de cambio para modificar el sistema económico social.