Carlos Figueroa Ibarra
El próximo sábado 1 de diciembre tomará posesión de la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador. Será una formalidad porque al contar con mayoría en la Cámara de Diputados y Senado, ha venido de manera creciente marcando la agenda política del país con iniciativas que arrancarán el mismo día en que rinda protesta como Presidente de México. Por ello mismo, aun antes de comenzar su período de gobierno, Andrés Manuel ha estado recibiendo embates desde la izquierda y desde la derecha. Lo vivido en el último mes es muestra de lo que se habrá de vivir en los próximos seis años.
La derecha no cesará en su intento por demostrar que López Obrador será un dictador y que su gobierno será “un retroceso autoritario”. Resulta hilarante para mí escuchar en alguno de los programas noticiosos que se difunden por la radio que el Presidente Electo encabezará “una revolución castrista”. Abundan los memes que lo comparan con Hugo Chávez. La izquierda que está en contra de Andrés Manuel, persistirá en su intento por demostrar que no es más que un neoliberal encubierto “que le ha dado atole con el dedo a 30 millones de mexicanos”. Se trata de la izquierda que simpatiza con el EZLN, la que es abstencionista o anulista y también la que reproduce un discurso de marxismo a ultranza.
Las iniciativas más importantes que el gobierno electo ha tomado han recibido el fuego graneado desde la izquierda radical en sus variantes posdesarrollista, marxista ortodoxa o movimientista. Y también desde la derecha en sus variantes neoliberal, clerical y ultraderechista. La derecha en sus distintas variantes atacó la consulta del 25-28 de octubre que puso fin al proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional. Descalificó la consulta, en la que votaron más de un millón de ciudadanos, la tachó de ilegal y de “populista”. La izquierda radical descalificó la consulta popular del 24-25 de noviembre en la que se sometieron diez proyectos del gobierno que asumirá el 1 de diciembre. Apostó a que convocaría menos personas, porque los proyectos puestos a consideración “no eran de izquierda”. Pero sus pronósticos fallaron: votaron 946 mil personas en un ejercicio democrático que duró un día menos que el celebrado en octubre. Y los proyectos (el Tren Maya, el tren transístmico y la nueva refinería, además de los proyectos sociales de becas y pensiones) fueron aprobados por el 90% de los votantes. Derecha e izquierda radical coinciden en calificar de militarista al proyecto de paz y seguridad de López Obrador.
Un grupo importante de 300 intelectuales y varias organizaciones indígenas presentaron memoriales con objeciones políticas, ambientales, sociales y étnicas al Tren Maya. El Presidente Electo y sus voceros insisten que dichas objeciones resultan infundadas porque lo que se objeta, se encuentra contemplado en la construcción del tren. En suma, este mes de noviembre condensó todos los conflictos, polémicas, adversarios que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador habrá de sortear y enfrentar en los próximos seis años. Demasiado “populista” para unos, demasiado neoliberal para otros. Usted dirá.