Jorge Morales Toj
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A principios de los años ochenta, allá en el corredor de un Nim Ja’ (casa grande) en el corazón de Santa Cruz del Quiché, los domingos eran días festivos. Por la mañana había que ir a misa con mis abuelos y en el almuerzo se comía caldo colorado, con tamalitos y jo’kom i’k (chile molido en piedra de moler) preparado por las experimentas y finas manos de mi madre.
Yo, los domingos a las 10:30 a. m., de forma sigilosa, entraba al cuarto de mis abuelos, sacaba un viejo radio a escondidas y sintonizaba Radio Quiché o Radio Utatlán, para seguir la narración de los partidos de fútbol de mi Quiché FC. Sentado o acostado sobre un costal, bajo un arbolito de lima-limón, con bajo volumen escuchaba y disfrutaba los partidos.
En una ocasión, en medio de la emotiva narración de unos de esos partidos, decidí devolver el radio a su lugar y salir a escondidas de la casa y corrí como loco hacia el Estadio Municipal de Santa Cruz del Quiché, al ingreso me pidieron mi boleto y me dijeron que no podía ingresar, porque no había pagado.
No tenía ni un centavo para pagar un chicle y menos una entrada, pero tenía una enorme ilusión de ver el partido. A unos metros pude ver que jóvenes y adultos se subían a una pared y se sentaban muy a gusto a deleitarse del partido. Sin pensarlo dos veces, me acerqué a la pared y les pedí que me ayudaran a subir. Entre jalones logré subir a la pared y comencé a disfrutar del partido de fútbol. Recuerdo a la perfección que era un partido contra la selección de Uspantán.
Por fin pude conocer de lejos a La Pulga Díaz y al Caitudo Pacheco y ver a mi Quiché FC jugar. La sensación de ver al equipo de fútbol de mi municipio, vivir la narración que escucha en la radio, gritar, sufrir y disfrutar cada jugada fue algo que jamás olvidaré. Faltando 15 minutos para que terminara el partido, dejan puerta libre para ingresar al estadio, en medio del alboroto desde la pared ya nadie me dio la mano para bajarme tranquilamente y tuve que lanzarme como gato y aprovechar la puerta libre e ir a ver de cerca mis ídolos.
Quizás porque yo también usaba caites y fui un buen goleador en mi escuela Tipo Federación Tecún Umán, sentí enorme simpatía por el famoso y por cierto gran jugador llamado el Caitudo Pacheco. Así nació mi pasión y amor por el Quiché FC.
Hace 4 años decidí volver al estadio y brindarle el apoyo incondicional al equipo de mi tierra natal. Ahora, cada domingo, vivo, sufro, grito por el equipo de mis amores. Junto a mis hijos hemos ido a Río Bravo Suchitepéquez, Ipala, Xela, Pana, Sololá a acompañar al equipo que representa a los N14.
No cabe duda, el fútbol rompe barreras de todo tipo y nos hace olvidar un poco la difícil situación que atraviesa el país. El Quiché FC de mi infancia, me vuelve a dar las mismas emociones. Hoy, el Imperio K’iche´ después de varias décadas está en Primera División y le brinda grandes emociones al aficionado quichelense.
Desde esta tribuna, rindo homenaje a la afición quichelense. A los guerreros del Chiché FC, nimalaj maltiox (muchas gracias).