Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Lo que pongas en los primeros años de tu vida quedará en ella hasta más allá de la muerte”. Anónimo.

Dentro del vendaval de noticias publicadas, se pierden las humanas, las historias que erizan la piel, pero que por no ser de alto impacto mediático, pasan desapercibidas para la mayoría, porque ¿Acaso venden? No, por lo tanto no son relevantes para la masa devoradora que pide sangre y circo.

Encontré perdida la historia de una niña de apenas seis años, ¿Qué se siente tener seis años? “Normalmente” sería la ilusión de descubrir el mundo, jugar, aprender a leer, aprender a crecer.

Para la hija de Ángela, la vida es un infortunio, porque no podrá recordar cuando sea mayor las caricias y el amor de una madre, recordará que su mamá le quemó las piernas porque en su ingenua niñez, su instinto le indicó que su cuerpo es un templo, el cual debe ser sagrado para ella y los demás, a su corta edad no aceptó ser abusada por un anciano de 64 años, al que su “madre” vendió, como se venden las flores sin vida en la Avenida Reforma para ser admiradas un momento, después se marchitarán y llenan los basureros: Han dejado de ser bellas, así sucede con las niñas y los niños a los que sus propios padres ven como monedas de cambio.

Guatemala, es considerado un país en el que se explota el turismo sexual infantil, es un infortunio que los sujetos que no saben ni quieren trabajar, y quieren ser económicamente poderosos, se dediquen a vender la etapa más importante del ser humano: La infancia.

Un reportaje de PL, informa que en América los países que más demandan el “uso” de niños para satisfacer sus fantasías sexuales son EE. UU. y Canadá, según informaciones periodísticas, los violadores regularmente, se presentan como “profesores, voluntarios o trabajadores humanitarios para abusar de niños en países tan diferentes como Camboya, Honduras” y desafortunadamente, Guatemala.

Lo más lúgubre, si de alguna se puede calificar este fenómeno, estriba en que los propios padres y en el peor de los casos “madres”, son parte de la componenda de negociar por unos denarios, no solamente la virginidad y el cuerpo de sus hijos, también en el negocio va incluida la inocencia e ilusiones, aunque en el acuerdo no se mencione.

Cuando un ser humano es comercializado como cualquier mercancía, la humanidad deja de serlo, y se convierte en un hoyo negro del que difícilmente se pueda escapar, porque mientras por más manos pasen, menos valor tienen, por si mismos, y como les ven los demás.

¿Qué destino le espera a la menor cuya madre recién quemó las piernas como castigo por no aceptar ser violada por un “anciano”? En el país nos preocupamos por la falta de políticas públicas efectivas, viendo al futuro, el prioritario debería ser el tema de la niñez, en todos los aspectos y contextos, desde el apoyo a los hijos de hogares disfuncionales, incluyendo la ayuda psicológica. Recuerdo el caso de una niña, que ya no llegó a ser una mujer, cuyo padre, un limosnero al que le faltaban las dos piernas abusaba constantemente de ella, y que agobiada no encontró otra solución, que la aparentemente más fácil: El suicidio.

Viene a mi mente el caso de Rosita, la niña cuyo padre a principios de los 2000, abusó de ella, y después la vendió a sus “amigos” alcohólicos, drogadictos y vagos, en esa vorágine, alguno de los compradores le contagió el sida a Rosita, y ella a sus violadores, al descubrir la madre la atrocidad, denunció al padre, los llevaron a juicio, al innombrable lo condenaron, y la niña lloró porque se llevaban preso a su padre.

Rosita, su “padre” y los amigos de él murieron víctimas del sida. Esperamos que todas las Rositas del país y del mundo no sean más flores tiradas a la basura.

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