Ana Cristina Morales

crismodenesi@gmail.com

Médica y cirujana licenciada por la Universidad de San Carlos de Guatemala, especializada en psiquiatría con arreglo al Programa USAC/IGSS. Con las especializaciones de atención en psicoterapia a mujeres maltratadas, así como en adicciones y Supervisora psicosocial. Autora de -Aprender a perdonar. “Una herramienta en psicoterapia”, publicación personal, y coautora del artículo: “Consecuencias biopsicosociales del abuso sexual”, del libro Síndrome de intestino irritable y otros trastornos relacionados, publicado por Editorial Panamericana. Del libro “El perdón y la salud” de editorial Plataforma. Columna de opinión “Conversando con la Psiquiatra” en el periódico guatemalteco “La Hora”, Trabaja en oficina privada como psicoterapeuta y psiquiatra.

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Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Hay quienes no necesitan aprender a matar, creo que al igual que el potencial suicida, lo llevan en la sangre, en los genes. Pero es notable que juegos, medios de comunicación social, conductas sociales observadas constituyen medios de enseñanza en tal acción.

El aprendizaje de la conducta violenta lleva un proceso de insensibilización al dolor de otros, pérdida de la empatía y un condicionamiento a actuar de forma violenta. La violencia se vive con éxtasis al sentir la ilusión de alcanzar mayor grado de poder sobre los demás. Por lo cual, matar se disfruta y para muchos constituye fuente de placer.

¿Cuántos videojuegos están programados para desaparecer, comer, o matar a los contrincantes? Y ¿Qué pasa con las películas denominadas de acción? En donde se observan golpes, sangre y más golpes. En las que es difícil llegar a determinar quiénes son los buenos y los malos, ya que la manera de proceder de ambos es casi la misma o la misma durante las diferentes escenas.

Relatos de personas que comparten qué se siente al matar nos dan una idea de qué para algunas no es una tarea fácil. Stefan Westmann, un soldado en la Primera Guerra Mundial, cuenta que su experiencia fue entre la vida y la muerte. Él actuó con mayor rapidez que su contrincante por lo que sobrevivió. Y después se sintió físicamente enfermo, casi vomita, sus rodillas temblaron y se sintió avergonzado de sí mismo. Además, desconcertado de ver la falta de perturbación de sus compañeros por lo ocurrido, y por la conducta jactanciosa de algunos al describir de qué manera habían llegado a ejecutar a otros. Todos fueron personas comunes, personas normales que jamás hubiesen pensado en lastimar a nadie.

En una escena de una novela de Murakami, escritor japonés, hay un hombre que le enseña a otro a matar. Este trata de obligar a otro a que lo mate. Ya que el suicidio no era una regla en su vida. Y para ello exhibe su placer al matar a cada una de sus víctimas, y le expone que el secreto para matar reside en no vacilar. Y que entiende que él no sepa matar y que para ello es preciso que le muestre como hacerlo. La repulsa provocada en su observador después de cada ejecución iba en aumento, por lo cual, le pide al asesino que pare, porque si no se volverá loco. Ya que tiene la sensación de no ser ya él mismo.

A lo que el asesino responde que eso era muy importante, para poder matar, que la persona deje de ser ella misma. Y le dice: tú dejas de ser tú, de eso se trata. Y en ese momento el observador asesina a su maestro. Considero que esta podría ser una descripción de un asesinato bajo emoción violenta.

En fin, las determinantes en relación al actuar violento no son únicas. Sino dependen de factores biológicos, sociales, culturales y psicológicos. Y en el abordaje de esta temática es importante dar valor a cada componente. Observar, estudiar y vigilar tendencias. Para lo cual se necesita de la participación de múltiples disciplinas que ayuden a una mejor comprensión del fenómeno y a proporcionar respuestas para atenuarlo.

Así como reflexionar dentro de los factores condicionantes los detonantes implicados para cometer un acto violento.

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