Arlena Cifuentes
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Frente a la profunda polarización que actualmente impera en el país es impensable que los guatemaltecos podamos sentarnos alrededor de una mesa a discutir los temas prioritarios que deberían unirnos, que somos incapaces de abordar porque los intereses particulares, grupales, gremiales y de quienes ostentan el poder son más fuertes e imperativos, rebasando la cordura y las necesidades más elementales de nuestros congéneres. El interés mezquino, el odio, la envidia, el revanchismo, la ambición nos han deshumanizado. Hemos sido un pueblo dócil, fácil de gobernar, gobiernos van y gobiernos vienen y permanecemos al margen, las arcas son vaciadas, la pobreza aumenta, nuestra miseria interior también y por lo mismo no somos capaces de resistirnos a los ofrecimientos espurios y a las falsas promesas que se anuncian durante los períodos electoreros.
La sociedad guatemalteca nunca se ha distinguido por ser una sociedad unida, todo lo contrario. Afirmar que en el 2015 estábamos unidos graníticamente es falso. Toda nuestra historia está marcada por un divisionismo que nos impide encontrar puntos de consenso. A ciencia cierta, no sé si podemos decir que la razón de ser de este mal esté relacionada con un enfrentamiento ideológico. Me atrevo a afirmar que la gran mayoría de la población asume posturas de confrontación sin el más mínimo conocimiento sobre los supuestos fundamentos ideológicos que dicen defender.
No estoy de acuerdo con quienes achacan al Conflicto Armado Interno la razón de la polarización. Ni antes ni después de dicho conflicto hemos sido una sociedad conciliada, no se puede hablar de unidad en nuestra historia. Este hecho nos divide debido a las distintas posturas que, sin sustento ideológico han venido siendo trasladadas de generación en generación y que tienen que ver con las heridas profundas de las miles de víctimas que deja la guerra y los sentimientos de odio que esto genera al interior de la guerrilla, el Ejército y sus familias. Para los analistas existen dos bandos, los buenos y los malos, la izquierda y la derecha. Lo que no se quiere ver es que al interior de estos bandos existen intereses que los fragmentan, no es asunto de ideologías, es asunto de conveniencias y de intereses.
La polarización ha sido provocada por diferentes razones, sobre todo por aquellos a quienes les conviene mantener el statu quo en la defensa de sus intereses utilizando además el discurso para incrementar la división entre los buenos y los malos. La lucha contra la corrupción la ha incrementado. En la actualidad existen diversos posicionamientos ya que el mal está incrustado no sólo en las esferas del poder político y económico sino en toda la sociedad, es impensable obtener acuerdos mínimos. Temas como la erradicación de la pobreza, el acceso a un eficiente sistema de salud, que son responsabilidad del Estado pero que no lo asume, son impensables de discutir. Los grandes temas de interés nacional como las reformas al sistema de justicia y las reformas al sistema electoral debieran ser temas de discusión pero para ello es necesario deponer los antagonismos, a lo que no estamos dispuestos y para lo cual sería indispensable hacer prevalecer el interés nacional.
El país no puede esperar la emergencia de un nuevo liderazgo poseedor de un criterio más amplio y exento de prejuicios, tampoco las condiciones actuales están dadas para ello, todo lo contrario. Hay un buen número de guatemaltecos a quienes no les convienen las reformas de ningún tipo. La polarización tiene su asidero en los intereses particulares de quienes ostentan el poder y aquellos que lo pretenden; así como, en los intereses de todo tipo de pseudo liderazgos que afloran en estos tiempos.