Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos
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El diálogo entre las generaciones que luchan en el presente y las que lucharon alguna vez, sin hegemonías, sin estatuas que conmemoren el pasado, puede abrir una grieta en el presente y transformar un tiempo normal y rutinario en uno abstracto. No debemos olvidar que venir del pasado no debe dar autoridad sino obligación, cuando venimos del pasado y el presente es el que es, estamos en deuda y nos toca dejar nacer nuevas “constelaciones”, darles lo que podamos y si su elección es no pedir nada, darles nuestro respeto.

Celebro profundamente la inscripción como partidos políticos del Movimiento para la Liberación de los Pueblos y del Movimiento Semilla, ambos irrumpen en un momento crítico y tienen la posibilidad de trascender momentos electoreros y proyectarse al futuro, haciendo del presente un tiempo abstracto, es decir, un tiempo que moldeen en función de los intereses del pueblo, de los excluidos, de los olvidados por el Estado y los gobiernos. El error de simplemente equiparar poder político es natural del tiempo “normal”, el del sistema; hay que atrapar los brazos del reloj y detenerlos, ocuparse de lo importante y dejar el sentido de las maquinarias electorales abandonado en la esquina de los serviles.

Los dogmas deben quedar fuera del avance de la nueva representación política, hay que voltear a ver las leyes que ahora tiene el país, antes de ser lo que son, eran los dogmas de la clase dominante, ahora nos dominan con sus verdades pétreas; y ante el avance en los cambios a la doctrina, echaron mano de los fundamentalismos religiosos y “vulgarean” la fe de los cristianos evangélicos y católicos, tuercen la realidad hasta ser las víctimas y a la vez los paladines de una Guatemala “libre e independiente”.

La Revolución no es pasado, no es recuerdo, no tiene que ver solo con una roja ideología inveterada; los cambios estructurales en el país no se tratan de ateísmo ni marxismo ni tozudez de izquierda; el país debe cambiar de manera radical porque hay niños y niñas muriendo de hambre, adultos migrando por hambre, una gran parte de la población apenas sobreviviendo al hambre. Hay que revolucionar la economía, las relaciones sociales, la clase política, la normativa que nos rige, las políticas públicas dirigidas a la salud y la educación. Hay que hacer una Revolución en un tiempo diferente, abstracto, no el lineal y obtuso de quienes han construido la falsedad de la soberanía y el patriotismo.

En resumen, la constelación naciente debe ser una revolucionaria y no una que solo busque sustituir a individuos dentro de un sistema falso, cínico, sanguinario y lleno de estatuas que veneran el pasado pútrido del criollo. Repito, la Revolución es posible con las nuevas generaciones si tienen la vista puesta en un tiempo que no sea el normal, sino uno que sea capaz de detener la inercia embrutecedora que hace al país aceptar los designios de ungidos y caciques. El presente debe ser revolucionario o el futuro no será.

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