Raúl Molina
En la XXVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en Antigua Guatemala, que analizará el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030, los mandatarios deberían incluir el análisis de la migración centroamericana hacia el norte. De hecho, los ODS uno: “Poner fin a la pobreza”; dos: “Hambre Cero”; y muchos más del conjunto establecido por la Asamblea General de la ONU, se vinculan directamente con las migraciones centroamericanas hacia el norte. Tres jefes de Estado acá presentes, cediendo a las presiones de Washington, tratan de encontrar a los “responsables” de haber promovido y organizado la caravana de migrantes de Honduras. Esa caravana, de cerca de cinco mil personas, al igual que la silenciosa caravana de dos millones de migrantes de Guatemala que se han trasladado en las últimas dos décadas, han sido promovidas por las condiciones de subdesarrollo, pobreza y miseria que tienen atrapada a la subregión y son incentivadas por los gobiernos ilegítimos y corruptos. No se necesitan instigadores locales, porque entre morir de hambre en suelo centroamericano o arriesgar la vida en el largo calvario de México y Estados Unidos, las familias prefieren morir en el intento de superar los obstáculos por delante. La organización de los pobres no requiere de fondos de otros países o entidades financieras; para poner de junto los pocos enseres que llevan consigo y echar a andar, lo único que se requiere es valor y determinación. Y eso, al igual que las necesidades, les sobra, como también abunda la solidaridad de los pueblos en el camino.
La Cumbre Iberoamericana debe analizar el fenómeno migratorio subregional y sugerir maneras inteligentes y humanitarias para enfrentarlo. Los muros, las tropas del ejército de Estados Unidos y sus “vigilantes”, civiles pero armados, que se aglomeran en la frontera, no van a detener jamás la marcha natural de los necesitados. Tampoco pueden, aunque han querido hacerlo para servir bien al imperio, las medidas represivas de los gobiernos de Guatemala, Honduras y México. Algunas formas para enfrentar el fenómeno, sin dejar de reconocer que la migración es un derecho humano, empiezan a ser consideradas. El nuevo Presidente de México, Manuel López Obrador, ha ofrecido visa de residencia y permiso de trabajo en México; se menciona, además, entre la gente solidaria con las y los migrantes la posibilidad y necesidad de un puente aéreo para llevar a los refugiados centroamericanos a Canadá. Estados Unidos, que necesita mano de obra para mantener su crecimiento económico, ha tenido la solución en sus manos; pero nunca ha querido implementarla: a) regularizar a las y los migrantes no documentados que ya han ingresado(contribuyen al desarrollo de ese país y respetan sus normas de convivencia); b) otorgar visas de trabajo en condiciones dignas y por tiempo apropiado; y c) contribuir, junto a otros donantes, a crear una zona de desarrollo en la subregión mesoamericana que absorba los recursos humanos que hoy expulsa el Triángulo Norte de Centroamérica. Instamos a la Cumbre Iberoamericana a hacer suyas estas propuestas y apoyarlas.