Juan Antonio Mazariegos

jamazar@alegalis.com

Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

post author

Juan Antonio Mazariegos G.

Esta semana los negociadores de la Unión Europea (UE) y de Gran Bretaña (GB) lograron un acuerdo para dar forma a la salida de Inglaterra de la Comunidad Económica Europea, este acuerdo, al que se ha denominado popularmente como Brexit suave, es una especie de divorcio voluntario entre los otrora socios que debe ser aprobado o ratificado por los respectivos órganos de gobierno de ambas partes y que ahora hace pensar a todos en lo importante que es tener en mente las consecuencias que puede traer aparejadas una decisión política para un Estado, cuando esta ha sido tomada al calor de las urnas.

Los británicos escogieron el camino de su salida de la UE en el referéndum del año 2016, en el mismo, el 51.9% de los votantes que acudieron a las urnas escogieron abandonar el bloque comunitario impulsados seguramente algunos por razones válidas centradas en intereses personales, gremiales o hasta incluso culturales o históricos por su condición natural de isla, pero muchos otros lo hicieron impulsados por emociones nacionalistas, soberanistas, independentistas y seguramente también en la ignorancia de las consecuencias que debían enfrentar después de esta decisión.

Hoy el acuerdo del Brexit suave es atacado prácticamente por todos los partidos en las Cámaras británicas, incluyendo a los miembros del mismo partido conservador, cuyo gobierno lo negoció con la UE y toman fuerza las alternativas de un Brexit duro, a las bravas, en donde GB se retire de la UE tirándose los platos o bien el que los británicos nuevamente vayan a las urnas a votar en un nuevo referéndum, si siempre si se quieren ir, sobre todo ahora que ya conocen las consecuencias y los efectos de esa decisión.

La dimensión del borrador del acuerdo, contenido en 585 páginas en el que se desarrollan 185 artículos y que está respaldado por infinidad de anexos, nos puede dar una idea de la complejidad de este divorcio y de lo poco probable que la mayoría de las personas entienda a qué se refiere o qué implica para ellas, o mucho menos que hayan tenido una idea de a qué se metían cuando fueron a las urnas hace dos años.

No pretendo en esta pequeña columna entrar a analizar si el acuerdo es bueno o no para las partes, a mi juicio deja importantes beneficios aun para GB, como el libre acceso a la comunidad a través de la no implementación de fronteras con Irlanda del Norte, sin embargo, me parece oportuno el tema para meditar al respecto de qué hay detrás de cada decisión que tomamos y las consecuencias que trae el dejarnos llevar por el impulso de un mensaje corto, directo y efectivo que mueva nuestro voto, pero que normalmente limita nuestra visión al respecto de los efectos que traerá esa decisión.

Artículo anteriorDe “energía renovable” está empedrado el camino hacia el infierno
Artículo siguienteBase del gran acuerdo nacional