Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
En forma automática tras el pasado martes, cuando los ciudadanos de Estados Unidos fueron a las urnas en las elecciones de medio período presidencial, se pudo notar una inmediata y absoluta postura de muchos medios metiendo en el congelador el tema de la caravana de los migrantes hondureños que acaparó los espacios en los telenoticieros de todas las cadenas y sobre el que la administración hablaba todo el tiempo (hubo días en que mencionó el asunto más de cuarenta veces en forma distinta), lo que demuestra de manera fehaciente que el asunto fue manoseado en el período de campaña para infundir miedo al norteamericano menos culto y preparado, sobre esa “invasión” de criminales, violadores, narcotraficantes y terroristas.
Por supuesto que no fue sólo la administración la que hizo del asunto un tema de campaña sino también sus cadenas aliadas que estuvieron transmitiendo “análisis” sobre la perversa conformación de esa oleada migratoria que iba a poner en riesgo, según dijeron, la misma seguridad interior de los Estados Unidos.
Una semana transcurrió ya desde la elección y ahora del tema de la caravana de migrantes no se puede encontrar mayor información y el tema dejó de ser el prioritario hasta para las agencias de prensa independientes. Todos siguieron el juego de quienes quisieron hacer de la inmigración el meollo de la campaña y alrededor del asunto se publicaron muchas teorías, pero todas concentradas en alimentar los miedos que a los norteamericanos inspira el inmigrante de origen hispano.
La mejor prueba de la necesidad que tiene Estados Unidos de la migración para atender áreas en las que no se interesa el trabajador nativo es que los migrantes siguen enviando remesas y siguen consiguiendo empleos a pesar no sólo del odio xenofóbico en su contra, sino de la prueba concreta de que el empleo de trabajadores legales ha llegado a sus niveles máximos luego de la crisis económica de la década anterior. Hay pleno empleo en el país y, sin embargo, se sigue contratando a los migrantes, no sólo a los que ya están allí sino a los miles que siguen entrando pese al desplazamiento de tropa del Ejército y de milicias armadas con armas de alto poder para matar, según sus expresiones e intenciones, a los que se atrevan a entrar ilegalmente al país.
Algunos mal pensados han dicho que la Caravana sólo pudo haber sido organizada por quienes le sacaron tanto provecho político y la verdad es que todo parece como algo bien orquestado para que sirviera, precisamente, para exacerbar los temores entre los votantes sobre lo que significaría una derrota del gobierno que se presenta como adalid del freno a la inmigración desde que en campaña se empezó a hablar del muro que supuestamente iba a pagar México, forzado por la administración norteamericana.
Da tristeza ver que un auténtico drama humanitario como el de los migrantes del Triángulo Norte de Centroamérica, que se van huyendo de la violencia, pobreza y falta de oportunidades, sea usado en campañas que los pintan cual auténticos hijos del mismo Satán.