Douglas Abadía

douglas.abadia@gmail.com

Politólogo, asesor y consultor político, miembro de Analistas Independientes de Guatemala, Docente Universitario.

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Lic. Douglas Abadía C.
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El conocimiento es parte de la práctica social y está condicionado por el acontecer social, sus leyes y accionar. Su proceso es parte de las actividades sociohistóricas por transformar el mundo, donde los seres humanos aplican conocimientos para subordinar a la naturaleza a sus necesidades.

La metodología en las ciencias sociales es el conjunto de procedimientos que se utiliza con el objetivo de obtener conocimiento científico de los hechos sociales. Abarca una serie de procedimientos de recogida de datos, cuya naturaleza condiciona también los métodos de análisis. Menciono a las ciencias sociales, pues a ese campo pertenece la Ciencia Política, la cual estudia la teoría y práctica de la política, los sistemas y comportamientos políticos en la sociedad. Su objetivo es establecer, a partir de la observación de hechos de la realidad política, explicaciones lo más certeras posibles acerca de su funcionamiento. Interactúa con otras ciencias sociales, como el Derecho, la economía o la sociología, entre otras.

Guatemala es un país que no invierte en la generación de conocimiento, somos exportadores netos de conocimiento a nivel general, nos es más fácil, cómodo y pragmático continuar importando modelos de “desarrollo” que no producen los beneficios que producen en otros países del mundo. Coloco “desarrollo” entre comillas, pues ahora que están de moda los Objetivos de Desarrollo Sostenible, no he observado ningún concepto acerca del Desarrollo.

Según un informe presentado por la Unesco el año pasado, Guatemala contaba con dieciséis veces menos investigadores (equivalente jornada completa) que el promedio de Latinoamérica y 262 veces menos que los países desarrollados; el informe establecía que para que la investigación e innovación pudieran influir notablemente en la economía guatemalteca, la comunidad científica del país debería ser al menos unas cuarenta y cinco veces más grande.

Asimismo, establecía que el porcentaje del PIB que Guatemala invertía en actividades de investigación y desarrollo (0.029 por ciento) era “14 veces menos que el promedio de inversión de África Subsahariana, 25 veces menos que el promedio de América Latina y el Caribe, 85 veces menos que el promedio de Europa Occidental y casi 200 veces menos que lo invertido por la República de Corea o Israel”.

Imaginemos qué porcentaje se destina a la investigación dentro de las ciencias sociales en Guatemala, me atrevo a decir que en el mejor de los casos será un porcentaje mínimo comparado con otras ciencias (tampoco poseen un porcentaje aceptable), esto explica los porqué del subdesarrollo guatemalteco, pues pese a ser un país sobre estudiado, ese conocimiento científico no se aplica para entender el fenómeno y sobre todo proponer soluciones viables a las diferentes problemáticas de nuestro país.

Cuando un Estado convierte las políticas científicas en parte sustancial de sus políticas públicas logra dirimir en buena medida el conflicto entre ciencia y política, ciencia y poder. Para ello es importante formar científicos e investigadores con alta sensibilidad social, que desarrollen sus identidades ideológicas en correspondencia con los cambios que necesita la sociedad.

Utópico si así lo quieren ver, ¡pero no imposible!

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