Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

Hace cerca de veinte años el ginecólogo congoleño Denis Mukwege, Premio Nobel de la Paz 2018, atendió a una mujer que había sido violada y mutilada por hombres armados. Algo que ha ocurrido desde mucho tiempo atrás en la historia, pues los hombres han asumido a la mujer como parte de sus propiedades y por lo tanto creen que pueden hacer con ellas lo que les dé la gana. Y de esa misma manera se asumen en su poder a través de la humillación hacia las mujeres.

Por lo que los otros hombres creen que haciéndole daño a las mujeres perjudican a los otros hombres. Así la violación y la mutilación a las mujeres se ha convertido en un arma más poderosa que un cañón, pues al dejarlas mutiladas no podrán preñarse nunca y no tendrán descendencia para sus pueblos. Pero igualmente al quedar embarazadas, llevarán en sus entrañas al hijo del enemigo que dañará la cultura de sus pueblos. Y de cualquier manera las mujeres resultan culpables de la lucha de los hombres, maltratadas y desterradas.

Y ante la violación y mutilación infligida a las mujeres Mukwege, de 63 años, estableció hace 20 años el hospital Panzi en la ciudad de Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo, poco después de su primer contacto con esta inhumana realidad. La operación realizada fue exitosa, la reparación de los órganos resultó muy bien, pero… seguramente los daños psicológicos y las heridas en el alma y la mente de esta mujer no sanarán y sus cicatrices emocionales permanecerán hasta el final de sus días.

Denis Mukwege se atrevió a desafiar la cultura de la mujer, basura de esa sociedad, se atrevió a brindar a las mujeres sus dos manos de especialista, de cirujano, se atrevió a ver a las mujeres como personas, como seres humanos con valor propio, no solo como las cuidadoras de la familia, como las receptoras y transmisoras de la cultura, no sólo como las incubadoras que producen hijos para la sociedad y mejor si son hombres.

Fundó un hospital con carpas. Construyó una sala de maternidad con quirófano, el que en 1998 fue destruido por segunda vez, pero… no se dio por vencido y en 1999 comenzó de nuevo. Realizando hasta 10 operaciones por día, atendiendo a más de 3 mil 500 mujeres al año víctimas de un conflicto causado por intereses económicos, y la forma en que se está librando es destruyendo a las mujeres congoleñas.

En 2010, un alto funcionario de la Organización de Naciones Unidas (ONU) calificó al país como «la capital mundial de la violación».

En septiembre de 2012, en un discurso ante la ONU, Mukwege criticó al gobierno del presidente Joseph Kabila y a otros países por no hacer lo suficiente para detener “una guerra sucia que ha utilizado la violación como estrategia de combate». Por lo que fue atacado y debió huir con su familia, pero… luego de una campaña de mujeres locales retornó en 2013. «Mi vida ha tenido que cambiar desde que regresé. Ahora vivo en el hospital y tomo una serie de precauciones de seguridad, así que perdí algo de mi libertad», relató.

Ojalá tuviéramos aquí médicos como él y no de esos que aprovechan la confianza y vulnerabilidad de las mujeres para abusar de ellas, verdad doctor Mario Fredy Castañeda.

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