Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

Frente al éxodo masivo de hondureños, las redes sociales se saturaron de comentarios que reproducen los mitos falaces sobre las poblaciones campesinas, indígenas y migrantes. Unos les acusaban de huevones y aprovechados. Otros elucubraron teorías conspiracionistas sobre financiamiento político que les manipularon para desacreditar al gobierno de Honduras y el de Guatemala. No faltó el trasnochado ignorante que atribuyó la pobreza a la conformidad de quienes no aprovechan oportunidades que supuestamente hay en todos lados.

Sorprendentemente los comentarios acompañaban otras publicaciones en las que la misma persona proclamaba bendiciones y alabanzas. Estos perfiles, de mensajes cristianos, olvidaron el largo camino recorrido por la madre y padre de Cristo huyendo de la violencia asesina que amenazaba a su hijo. Además de la amnesia -o la doble moral- se evidenció profunda ignorancia acerca de la pobreza unida a un profundo desprecio por las personas, su trabajo, su presente, su futuro, su vida.

La Caravana Migrante provocó estas reacciones que, aun siendo minoritarias son graves por lo que muestran. El producto de una sociedad construida al amparo de la violencia, dormida a través de la ignorancia y dividida por el racismo y clasismo. Una sociedad cuyo diseño y estructuración no surge de nuestras manos, pero sí está en nuestras manos su transformación. Es más que necesario invitarnos a cuestionar loa paradigmas coloniales que siguen dictando nuestro relacionamiento social, político y económico. Rebelarnos contra todo aquello que produce la migración. Sublevarnos contra las causas que diariamente originan éxodos masivos.

No hay mejor fuente de aprendizaje que la experiencia personal. Sería un buen ejercicio generar empatía, cambiar de zapatos por un día y asumir la vida de otro, podría ser un hombre campesino, o de otra, quizá una mujer obrera. Despertar antes de que salga el sol, preparar la leña y la comida de la familia, despedir a quienes salen a la escuela o al campo, ir a la parcela con las herramientas y las viandas. Realizar un arduo trabajo físico bajo el sol, pero a la vez saber esperar que la naturaleza rinda sus frutos. Ahora en un escenario periurbano, en una conocida zona de riesgo, salga con sus hijas de la mano, tome un transporte público de alto riesgo, deje a las niñas en una escuela con guardia armado en la entrada. Corra a la maquila donde le esperan varias horas de pie hasta la hora de caminar a casa asediada por la violencia.

Sea una persona empática, póngase en los zapatos desgastados de la niña migrante, lleve a cuestas la tarea de leña del joven campesino, cruce los caminos oscuros y peligrosos de joven estudiante, sea el adolescente que a los 13 años ingresará a la mara. Imagínese en esa realidad y luego reconceptualice lo que piensa y dice de las manifestaciones campesinas e indígenas, así como de la Caravana Migrantes. Una vez librado del viejo conservador que llevamos dentro, construyamos la Nación incluyente que no expulsará a sus hijos.

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