Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

El surgimiento de fuerzas nuevas en el centroizquierda, que vienen a sumarse a partidos ya existentes, como Encuentro, Convergencia Democrática, Winaq y URNG, que han sumado más militantes por sus posiciones anticorrupción e impunidad, sumados a los millones de personas indignadas, tanto en los partidos no oficialmente inscritos como en agrupaciones sociales y ciudadanas, dentro y fuera del país, genera las condiciones más favorables para expulsar al Pacto de Corruptos. Esto sería un hecho si este caudal electoral se pudiera mantener unido. Fácil de plantear y difícil de concretar, porque quienes han decidido gobiernos y sus políticas desde el cercenamiento de la “Primavera Democrática” en 1954 no están dispuestos a soltar el poder. Piensan invertir enormes capitales, lícitos o ilícitos, con la convicción de que dichas inversiones les serán devueltas con creces por los gobiernos de turno. Confían, además, en que las y los corruptos en el Estado serán garantía para la lealtad hacia los económicamente poderosos de los altos mandos de las Fuerzas Armadas y funcionarios clave para la próxima elección, así como que gozarán del respaldo de Washington, ya sea que ganaran o se robaran las elecciones. Ante estas ventajas de la “Dictadura de la Corrupción”, solamente la más grande alianza de fuerzas políticas y sociales puede terminar con ella.

¿Cómo lograr esta alianza, cuando el sistema de partidos políticos que padecemos está hecho para dividir, y para promover el clientelismo y el caudillismo? En los partidos de derecha ya están a la venta las curules y municipalidades, como apreciamos de la campaña anticipada, con fondos del Estado, que realiza Jimmy Morales con sus “inauguraciones”. En primer lugar, debemos propiciar la cultura del respeto para romper con la práctica de los “cangrejos chapines”. Todo candidato o candidata fuera de las y los corruptos goza de algún respaldo y merece que se le reconozca, aunque debe tener la humildad de reflexionar que no necesariamente será electo o electa. Hoy, no se trata de ensalzar los méritos propios mediante el descrédito de otras personas igualmente probas y capaces que buscan los mismos cargos. La batalla central es “política limpia” contra “corrupción e impunidad”. No basta con elegir a los cargos de presidencia y vicepresidencia a personas que parezcan y sean capaces y honestas sino se elige un Congreso de personas sin tacha, que responda, totalmente, a los intereses ciudadanos. En segundo lugar, las fuerzas que han hecho esfuerzos extraordinarios para ser opciones electorales solamente podrán sacrificar su enfoque hacia adentro si se abre un proceso de diálogo transparente y propositivo con otras fuerzas semejantes. Dicho proceso debe buscar la plataforma política mínima que se ha de impulsar y la determinación justa de quienes tengan las mayores probabilidades de lograr el triunfo. Así como no parece viable triunfar en el Poder Ejecutivo con varias candidaturas distintas, tampoco lo será a nivel departamental o local, segmentando la votación contra la corrupción y la impunidad. Es éste el momento de los mayores esfuerzos por llegar a consensos.

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