Arlena Cifuentes
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El pueblo de Guatemala se ha caracterizado por su sumisión y conformismo, lo que ha provocado la ausencia de esperanza que tiene su razón de ser, acostumbrado a que otros tomen las decisiones, desde las más sencillas hasta las más trascendentales. No existe en la población la generación de una cultura de opinión que pudiera ser orientada por una prensa responsable. A partir de 1954 se suceden una serie de hechos, hasta nuestros días, que han demandado la manifestación del pueblo, lo cual nunca sucedió; a excepción del Serranazo cuya reacción se debió a que las organizaciones de la sociedad civil estábamos organizadas, aunque para variar no unificadas en cuanto a la forma en que había que proceder.

A partir del 25 de abril de 2015, se considera, tanto por la comunidad nacional como internacional que se ha producido un cambio en la sociedad: “Guatemala ya no es la misma”, “los guatemaltecos han despertado”, afirmaciones con las cuales nunca estuve de acuerdo y así me atreví a manifestarlo, sabedora de que lo “establecido” por los todólogos, los analistas, los intelectuales de izquierda y derecha no debe ser cuestionado.

Los Acuerdos de Paz posibilitaban el fortalecimiento de la incipiente democracia, pero sólo sirvieron para que la URNG, su dirigencia, recibiera jugosos financiamientos internacionales, que nunca se concretaron en esfuerzos para que estos fueran implementados a partir de su Firma por los diferentes Gobiernos que se sucedieron. Los cuales, entre otros, permitían asegurar el acceso a la educación, salud, vivienda de la población y otros. Así la pobreza alcanzó más de un 65%, lo que provocó, ante la falta de oportunidades, la migración de más de un millón de personas, lo cual ya venía sucediendo en el marco del Conflicto Armado Interno.

Retomando lo que hoy me interesa, la pregunta obligada es: ¿Qué pasó con ese “despertar ciudadano” que todos aplaudieron? Parte de la respuesta podría ser que las organizaciones y grupos convocantes, en ese entonces, han reorientado sus intereses hacia la participación político partidista, con muy raras excepciones, lo cual produce un vacío. No hay quién convoque a la población, no hay quién le clarifique al pueblo en pocas líneas, aunque siempre salpicadas de intereses sectoriales, las consecuencias de las decisiones que hoy está tomando el Congreso y continuará haciendo en los próximos meses, hasta lograr blindarse de cualquier acusación que en el futuro pudiera hacerse en contra de sus miembros.

Desde mi punto de vista lo que se dio en el 2015, que nada tuvo que ver con la generación de una conciencia ciudadana, porque la misma no se construye de la noche a la mañana, ni durante unos cuantos meses, fue una conducta reactiva a una situación muy puntual y que debemos reconocer tardó en hacerse consciente en los grupos convocantes. Fue la indignación, sin duda alguna, la que provocó la respuesta del pueblo a esas convocatorias y su presencia permanente en la Plaza. El pueblo reaccionó en contra de la corrupción y el descaro y sinvergüenzada de los gobernantes del PP. Cómo olvidar la burla y tomadas de pelo de Roxana Baldetti a nuestra materia gris con su historia, por todos aceptada, del “agua mágica”; así como, las evidencias de corrupción, el hallazgo del desvío de millones de quetzales que involucraban directamente a los integrantes del Organismo Ejecutivo.

Estamos muy lejos de que en Guatemala se genere un verdadero “despertar ciudadano”. Mientras no se erradique el analfabetismo, la extrema pobreza y los partidos políticos electoreros estén vacíos de ideologías y sí muy llenos de intereses particulares o de grupo, no podemos afirmar que existe ese “despertar”. Es más, hoy en día existe un temor en la población a manifestarse, como se lee en Oseas 4:6 “Mi pueblo perece por falta de conocimiento”.

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