Una condecoración es una distinción que no sólo tiene que ver con la persona que la recibe sino cuyo valor también está ligado estrechamente con la calidad de quien la otorga y en ese sentido pueden constituirse en una honra verdadera o una auténtica deshonra si quien la entrega carece de calidades enaltecedoras. Por muy destacada que pueda ser una persona, recibir una condecoración que viene de la bazofia lejos de ser una distinción se convierte en un estigma.

Por eso no vale la pena hablar mucho de la decisión empecinada de Morales al ofrecer la más alta condecoración del país al nada grato embajador de Colombia quien fue removido del país porque su mismo gobierno lo consideró indigno de representar a los colombianos. Él sí que merece que lo condecore alguien como Morales y su Canciller porque, literalmente, mico con mico se dan la cola y aunque parezca una devaluación de la más preciada condecoración de la Patria, hay que poner los hechos en su justa dimensión porque la Orden del Quetzal no se está devaluando, sino quienes la reciban por disposición de este Gobierno y su Cancillería.

La Orden del Quetzal seguirá siendo una valiosa distinción que puedan mostrar quienes la recibieron de autoridades distintas a las actuales porque seguirá siendo una distinción honrosa, pero quienes la vayan recibiendo de este Gobierno después del desaguisado que está haciendo al condecorar a un patán abusivo que su mismo país ha retirado del servicio diplomático por su calaña, obviamente sabrán que las otorgadas por el que se pintó como “ni corrupto ni ladrón” no serán igualmente apreciadas y respetadas.

Indudablemente la decisión de mandar al diablo las observaciones, bajo ese pretexto de que no harán lo que pida la gente ni lo que demande la sociedad civil, es propia de un gobierno berrinchudo y caprichoso que se ha distinguido por hacer las cosas mal, como les da la gana y con la insolencia de quien sostiene “tengo el poder y qué”.

Preocupante hubiera sido un acto de coherencia en este régimen que le negara la condecoración al patán que vino a Guatemala a convertirse en alfombra de los corruptos. Que lo condecoren a él y dentro de algún tiempo al Nuncio Apostólico, a quien el Papa extrañamente mantuvo a pesar de evidenciar su compromiso con los corruptos, no debe extrañar a nadie. Ellos sí que merecen ser condecorados por el gobierno de Morales y que entre él y su Canciller aparezcan en las fotos mostrando la presea guatemalteca devaluada por las manos que la imponen.

Redacción La Hora

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