Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

post author

Adrián Zapata
zapata.guatemala@gmail.com

Ya he dicho antes que las crisis no pueden ser “endémicas”. Sería como pensar la normalidad de la anormalidad. Ciertamente las crisis suelen ser cíclicas, pero tienen un comienzo y un fin definido temporalmente, a partir de determinados hechos relevantes. Intentaré hacer una definición temporal desde la perspectiva de las crisis sucedidas.

La crisis política que tuvo el país en septiembre de 2015, se mantuvo en estado latente durante el inodoro y sinsabor gobierno de Alejandro Maldonado y se resolvió con las elecciones. La superación de la crisis se dio con el surgimiento del nuevo gobierno; lamentablemente fue retardataria, ya que no se produjo ningún avance en algún aspecto de la realidad nacional. Con el intento que hizo Jimmy Morales de sacar a Iván Velásquez del país se produjo una nueva crisis, ya que la Corte de Constitucionalidad (CC) contradijo la decisión presidencial y lo obligó a dar marcha atrás en su pretensión. En ese momento crítico se fortalecieron las posiciones de quienes apoyaban a la CICIG, encabezada por el actual Comisionado, y al MP. Esta crisis también tuvo un período en el cual se mantuvo en estado latente, hasta que hubo un nuevo hecho que produjo su agudización, con la decisión presidencial de no permitir el ingreso del Comisionado cuando él salió del país por razones de trabajo, decisión que también fue contradicha por la CC. Esta “audaz” decisión presidencial modificó la correlación de fuerzas en favor de quienes adversan a la CICIG, donde encontramos al Ejecutivo, al Legislativo, a los sectores más conservadores y a quienes temen que la guadaña de la “justicia Cicigiana” los alcance cada vez más, habiendo en este grupo desde crimen organizado hasta empresarios angustiados. El supuesto acuerdo entre la ONU y el Gobierno de Guatemala, mediante el cual don Iván, de hecho, se mantiene fuera del país y se nombraría un Comisionado Adjunto, resuelve esa crisis. Entramos así en un período de inercia. Allí nos encontramos actualmente, en una situación en la cual los antaño beligerantes actores que apoyaban a la CICIG, al Comisionado y a doña Thelma Aldana ahora están en la más completa defensiva, mientras que los sectores más conservadores, los defensores del status quo y los afectados por la CICIG o temerosos de ello, se encuentran en la ofensiva. Todo pareciera indicar que esta inercia llegará hasta la convocatoria a elecciones generales, entre dos meses y medio. El proceso electoral cerrará una coyuntura donde la correlación de fuerzas favorece a los actores referidos (pro status quo). Una nueva coyuntura comenzará con la realización de las elecciones generales en junio del año entrante.

En el período que vivimos, de inercia sin grandes sobresaltos (salvo que suceda algún hecho relevante e impactante en grado sumo), es de acumulación de fuerzas, es un pulso que se resolverá con el resultado electoral.

Lo bueno que ha pasado es que, en gran medida, se han despersonalizado las contradicciones. Ahora don Iván Velásquez y doña Thelma Aldana ya no son las piedras angulares que definen los bandos encontrados. Ya está más claro que la contradicción, es mucho más de fondo y que tiene que ver con quienes están en favor de mantener el status quo a nivel superestructural y quienes queremos cambiarlo.

Artículo anteriorBolsonaro, el miedo y la violencia conservadora
Artículo siguienteLas redes sociales y la matanza de Pittsburgh