Eduardo Blandón
La semana pasada sucedió algo inusual en Londres, pero cada vez más frecuente en Europa. Una mujer fue agredida en un tren por un hombre que le recriminó que no hablara inglés. Sucedió entre las estaciones de Dalston Kingsland y Canonbury, según informó el diario The Independent, entre otros medios locales. “Tienes que hablar en inglés, estás en Inglaterra. No debes hablar otros idiomas”, le gritó el agresor sin que la ofendida pudiera responderle sino en su lengua nativa, el español.
La noticia no deja de sorprender por la caballerosidad que ha distinguido a los británicos, según una opinión generalizada. En un estudio sobre la cultura y las normas sociales, por ejemplo, (ver https://www.studying-in-uk.org/british-culture-and-social-norms/), se afirma que los ingleses suelen pedir las cosas con educación, agradecer y pedir perdón: “Some people are simply baffled by how polite British people are”.
Nada de “polite”, sin embargo, se comportó el energúmeno del tren al darle a la mujer a la que nos referimos, un puñetazo en la cara y dejarla semi noqueada en un charco de sangre. Cierto, no podemos generalizar ese tipo de conducta primitiva, pero con seguridad nos acerca a un fenómeno xenofóbico cada vez más extendido en Europa. Y no se trata solo de percepción.
Raymond Taras, en su libro escrito en 2012, “Xenophobia and islamophobia in Europe”, explica cómo la xenofobia, aunque en la actualidad tiene un cariz renovado, la ansiedad que producen en la zona euro quienes profesan el Islam puede remontarse a más de cuatrocientos años antes. Y agrega que ese rechazo no es exclusivo hacia los musulmanes, sino hacia cualquier tipo de comunidades migrantes.
Por ello, actos como el ocurrido el pasado martes, son preocupantes no solo por la raíz que sostiene la conducta, sino por el abono de políticos que exacerban los sentimientos racistas y que conducen a actitudes que pueden empeorar. De hecho, según encuestas, la xenofobia, el rechazo y la violencia contra los extranjeros, en Europa, y sin duda en el mundo entero, ha aumentado.
Quizá por ello, con afanes realistas, algunos armonizan la xenofobia británica con las buenas maneras. Como cuando se afirma que «The UK is full of heavy drinkers with bad eating habits who are ignorant, intolerant and too nationalistic – so it’s just as well that we are also very polite”. De esa forma, se expresa mejor la complejidad social en la que cabe también la barbarie.