Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Hace ya algún tiempo me pidió una reunión en La Hora mi viejo compañero de aula en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos, el abogado Miguel Angel Giordano, quien al llegar me planteó el caso de unos clientes suyos de origen ruso, que estaban siendo juzgados por la falsificación de documentos de identidad. Miguel Angel me decía que los señores Bitkov, tal es el apellido de sus defendidos, habían sido sorprendidos en su buena fe y hasta estafados por un grupo mafioso que les consiguió tales documentos.
En la confianza de la amistad le dije a Miguel Angel que no me parecía que quien había pagado para obtener documentos que les acreditaran como guatemaltecos, sin serlo, pudieran pintarse como víctimas de una estafa o engaño porque, obviamente, sabían lo que estaban haciendo. Me contó la dramática historia de su salida de Rusia por haberse creado una profunda enemistad con el dictador Vladimir Putin, el mismo que yo sé que no ha vacilado para mandar al otro potrero y de manera impune a cuanto adversario le resulte en el camino. Por supuesto que cualquier enemigo de ese gobernante que no ha vacilado ni siquiera en meterse a manosear las elecciones en Estados Unidos, es mejor que huya de su país y se esconda en el último rincón del planeta porque se ha visto que puede envenenar a sus adversarios aún a distancia.
Mi respuesta al abogado Giordano sobre sus clientes rusos no le agradó y no lo he vuelto a ver desde ese día, aunque otros abogados vinieron en una nueva ocasión a La Hora para insistir en la tesis de que los señores Bitkov son víctimas de una mafia que les engañó. No me dijeron nada de lo que ya habían publicado en redes sociales, con respecto a que también eran víctimas de una conspiración tramada entre el gobierno de Putin y Rusia con la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala que los había acusado de la falsificación de documentos, producto de una investigación relacionada con corrupción en Migración. Quien llevó la voz cantante en esa reunión no fue el abogado sino quien se presentó como experto en manejo de opinión pública y de crisis y sus planteamientos no me convencieron, por lo que escribí una columna sobre el particular que, desde luego, tampoco fue de su agrado.
Simple y sencillamente mi punto, desde la primera reunión con Giordano, ha sido que quien se siente perseguido o amenazado debe buscar protección bajo la figura del refugio que contempla el derecho internacional y que comprar documentos falsos no puede ser un camino aceptable porque eso constituye un delito y por lo tanto sujeto a la persecución penal correspondiente.
Viene a cuento lo anterior porque luego de las declaraciones del señor Mario Duarte, titular de la Secretaría de Inteligencia Estratégica, respecto a dos ciudadanos sirios detenidos y expulsados por usar documentos falsos, hay que recordar cómo los clientes de Giordano se han convertido en pieza clave de la guerra contra la CICIG en Guatemala, lo que les ha valido para que su caso sea juzgado con diferente rasero.